SERENÍSIMA REPÚBLICA DE SAN MARINO

Cumbre con vista al mar

Callejones, laberintos, autos de los años 50, pasta sciutta y vida reposada y sin modernidad. Fotos

EN LA CIMA. Emplazada en los Apeninos y rodeada por Italia, la pequeña capital de la diminuta nación es un remanso medieval único. Foto: Cedoc Perfil [ Ver fotogalería ]

Ficha

Región:

Cuánto tiempo ir: días

Cuándo ir:

Con quién ir:

Ideal para: , ,

Por Evan Rail. The New York Times /Travel. Traducción: Analía Melgar.

¿Los escarpados picos de los Apeninos? Vertiginosos. ¿El brillante Adriático? Azul casi turquesa. ¿La adorable cocina de la Emilia-Romaña? Deliciosa como siempre. Esto podría parecer un ideal paseo italiano. Pero si uno está, en la diminuta Serenísima República de San Marino, disfrutando de un escenario espléndido y tomando una fantástica copa de Sangiovese no conviene ponerse a comparar con Italia. Sucede que San Marino comparte con Italia, su gran vecino, no sólo el idioma sino mucha historia. Pero las cosas están cambiando.

El turismo es ahora un gran negocio para San Marino, un país de sólo 61 kilómetros cuadrados, rodeado por las regiones italianas de Emilia- Romaña y Las Marcas, y a sólo unos pocos kilómetros del Adriático. Los ciudadanos de San Marino suman unos 32 mil y se calcula que otros 17 mil o más viven en el exterior; los visitantes son más de dos millones por año. La capital, San Marino, sufre de un exceso de negocios de souvenirs. Detrás de esas chucherías, los viajeros pueden descubrir verdadera belleza y el carácter algo estrafalario de este diminuto país.

1º DÍA. TORRES Y JOYAS

La primera parada podría ser las tres antiguas torres de vigilancia, que marcan el horizonte de San Marino, delimitado por el pico de los Apeninos que es central en el país, el Monte Titano. Después de caminar por las murallas de viejas rocas, se ingresa a la primera torre, llamada Guaita, y se sube por numerosas escalinatas de madera y por escaleras caracol desvencijadas, hasta llegar al nivel más alto. Allí, 19 ventanas miraban hacia todas las direcciones, con la costa de Rímini claramente visible en el horizonte este. Por debajo, se pueden ver varios de los nueve municipios del país, nombrados Castelli (‘castillos’). Luego, la segunda torre, llamada Cesta, y su Museo de Armas Antiguas. (La tercera torre, Montale, no está abierta al público).

Por su parte, en el Museo del Estado se pueden ver exhibiciones de la más temprana historia del país, incluyendo el recién restaurado Tesoro Domagnano, una imponente colección de joyas que probablemente pertenecieron a una mujer noble de la corte de Teodorico el Grande, rey de los Ostrogodos. En este museo, también hay un escudo de armas de la ciudad, del siglo XIV, en el que se ven las tres torres de observación de San Marino y su lema desde tiempos inmemoriales: “libertà” (‘libertad’).

De acuerdo con la tradición, la búsqueda de libertad religiosa condujo precisamente a la fundación del país, cuando un picapedrero cristiano perseguido, San Marino diácono, se instaló en el Monte Titano en el año 301 haciendo su promesa al país de que sería la república más antigua del mundo. Desde entonces, las cosas se modernizaron sustancialmente –a diferencia de San Marino diácono, ya nadie en el país que él fundó duerme en cavernas en las rocas– pero el sistema de gobierno no ha cambiado demasiado en los últimos 800 años. El país tiene dos cabezas de Estado –ambas llamadas capitanes regentes– y su parlamento es elegido exactamente como se lo hacía en la Edad Media. En efecto, una vez que uno se aleja de los negocios de souvenirs, muchas cosas en San Marino parecen agradablemente alejadas de la modernidad

2º DÍA. ¡QUÉ PASTA!

El siguiente día, se puede visitar el antiguo mercado de la ciudad, en el municipio de Borgo Maggiore, que, a diferencia de la turística Ciudad de San Marino, no tiene negocios para turistas. Y tampoco tiene turistas. Ahí, se descubren adorables ancianos, caminando por los pequeños callejones entre las antiguas casas de piedra, y entre modelos Fiat 500 estacionados en la zona del mercado, dignos de una foto. Por allí también se puede decir buongiorno a muchas ancianas –o zdore, en el dialecto local– que pasan por las angostas callecitas. Pronto sentirá hambre y se sugiere sentarse a comer en un restaurant frecuentado por trabajadores de la construcción. Allí urge probar los strozzapreti, que podrían traducirse como “estrangulacuras”, una especie de pasta retorcida casera, servida con una salsa de tomate con manteca y hojas frescas de rúcula y grandes trozos de queso Grana Padano. Siguiendo el ejemplo de los trabajadores de la construcción, podría decidirse luego de la pasta seguir con un plato de tagliata (trozos de carne) asada cubierta con hongos porcini.

3º DÍA. DE PIEDRA Y HUESO

Después de estas experiencias, se comienza a percibir lo que algunos locales dicen: San Marino es un lugar extraño, que no siempre parece real. Pero en suma se encontrará mucha autenticidad. Las ancianas de Borgo Maggiore eran reales. Los panoramas y la antigua fortaleza de piedra sobre el Monte Titano, también lo eran. Los strozzapreti y el bife grillado sobre brasas de carbón de madera eran más que auténticos. Todas estas cosas me resultaron muy reales para mí. Lo mismo que situaciones tan extrañas como ir a comer a la pizzería del barrio y saber que en la mesa de al lado estaba sentado uno de los miembros del parlamento. Porque, en la diminuta República de San Marino, si no iba a esa pizzería, ¿a dónde más podría haber ido aquel diputado?

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