INDONESIA

Las fascinantes Islas de Banda

En el mapa solo figuran como un punto en medio océano, pero hace 500 años los portugueses, los holandeses y los ingleses se disputaban el control de las diez islas.

Las islas de Banda, en medio del archipiélago de las Molucas, son uno de los grupos de islas más fascinantes de Indonesia. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]

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Por Florian Sanktjohanser (dpa)

En una pared del hotel «Maulana» cuelga un retrato dibujado de Lady Diana con una dedicatoria. Es difícil de creer que la princesa realmente estuviera alguna vez aquí, que estuviera sentada en la terraza del hotel seudocolonial dirigiendo la mirada sobre la bahía hacia el volcán Gunungapi, que se tomara la molestia de viajar por la mitad de la Tierra para ver estas islas olvidadas, que en el pasado eran mundialmente famosas. Probablemente, ella nunca se arrepintió.

Las islas de Banda son uno de los grupos de islas más fascinantes de Indonesia. En el mapa solo figuran como un punto en medio del archipiélago de las Molucas. Hace 500 años, sin embargo, los portugueses, los holandeses y los ingleses se disputaban el control de las diez islas porque eran el único lugar en el mundo donde crecían los árboles de la nuez moscada. En aquel entonces, la nuez moscada era uno de los productos comerciales más caros del mundo. En la Edad Media, el precio era de media vaca por cada nuez. Por esta razón, las potencias europeas estaban ansiosas por encontrar una ruta directa hacia las legendarias islas de las especias.

Ferdinand Magellan, Bartolomeu Dias y Vasco da Gama: todos ellos partieron en barcos de vela a Indonesia para buscar las islas Molucas. También hoy, los viajeros pueden sentirse un poco como aquellos exploradores cuando por la mañana se acercan a la borda para ver por primera vez las míticas islas en el horizonte de color azul pálido. Cuando el transbordador gira para entrar en el estrecho entre la isla principal, Banda Neira, y el volcán Gunungapi, uno tiene la sensación de haber llegado al fin del mundo.

Por los estrechos callejones de Banda Neira deambulan bandaneses amables. En el borde de la calle, frente a mansiones coloniales desmoronadas, hay cañones oxidados. Hace tiempo que la viva naturaleza tropical asaltó las fortalezas de los portugueses y holandeses. Delante de los muros de Fort Nassau pastan vacas. En el interior hay niños jugando al fútbol. Unas escaleras suben entre frangipanis y buganvillas en flor hacia Fort Belgica, la única fortaleza que fue renovada. La vista panorámica desde los muros despierta la fantasía de estar en una islas de piratas: los cañones apuntan a la bahía donde en el pasado fondeaban buques de tres palos y donde hoy traquetean barcos pesqueros multicolores.

«Aquí me gustaría ofrecer alguna noche una cena con antorchas y música», dice Abba, que en realidad se llama Rizal Bahalwan. «Abba es más fácil de recordar para los turistas«. Abba es propietario de un hostal y es algo así como el embajador supremo para el turismo en las islas Banda. A los 15 años de edad comenzó a trabajar como guía turístico. «Entre 1990 y 1998 vinieron muchos turistas«, recuerda. «Una aerolínea volaba tres veces a la semana de Ambon a las islas Banda«. Tampoco entonces había un turismo de masas en estas islas apacibles. En los mejores tiempos solo venían unos 1.500 turistas al año. Después estalló la guerra civil.

Entre 1999 y 2002, las matanzas entre musulmanes y cristianos causaron miles de muertos en las Molucas. Un grupo de extremistas musulmanes incendió una iglesia de la época colonial y los bandaneses cristianos huyeron. Cuando había terminado la pesadilla, ningún turista se atrevió durante muchos años a visitar las islas Banda.

A pesar de ello, Abba apostó por el turismo. En 2007 inauguró el hostal «Mutiara», que está lleno de antigüedades y libros. «Al principio llegaba un solo turista al mes», relata Abba. Actualmente, no hay ninguna mesa libre por la noche. Los turistas se sirven barracuda, albóndigas de atún y verduras con salsa de cacahuete mientras suena música tradicional de las Molucas.

Hoy, las heridas de la guerra civil parecen haberse cerrado. A la iglesia, que fue reconstruida, acude cada domingo un puñado de cristianos para asistir a misa. En Rumah Budaya uno se puede imaginar cómo vivían los antiguos colonialistas. El pequeño museo generalmente está cerrado, pero Abba ha encontrado la llave. En esta antigua mezquita está reunido todo lo que tiene que ver con la historia de las islas Banda: monedas de plata holandesas, sables y mosquetes, muebles de madera tropical, un gramófono y una de las campanas que se tocaban para llamar a comer a los trabajadores de las plantaciones.

Hasta ahora, sin embargo, los turistas culturales son una minoría en la mesa de Abba. La mayoría de los visitantes son buceadores, porque los arrecifes coralinos de las islas Banda figuran entre los más hermosos y mejor conservados del mundo. En las pendientes escarpadas bajo el agua crecen gigantescos corales y esponjas. Incluso el río de lava de la última erupción del Gunungapi en 1988 está otra vez totalmente cubierto de corales.

Quien quiera ver este mundo submarino no necesita un certificado de buceo. Basta con tomar el transbordador de las 11 horas con destino a Pulau Ai. Ai es tan tranquila que no pocos turistas no lo soportan y salen al día siguiente. En las verandas frente a los bungalows pintados en varios colores pastel hay mujeres sentadas que cortan con machetes kenaris, las almendras indonesias. En los bordes de las calles se ven nueces moscada secándose. En Ai, el turista al que le gusta caminar siempre llega a alguna playa.

La playa más bonita es Pantai Sebila o Long Beach. Es una playa angosta y desierta. Arena blanca, palmeras, una espesa vegetación tropical y, bajo el agua, catedrales de corales alrededor de las cuales nadan bandadas de peces. Mientras tanto, por encima de agua se va poniendo el sol detrás de la isla de Pulau Run. En esta isla los ingleses tenían en el pasado una fortaleza, hasta que canjearon Palau Run con los holandeses por otra isla: Manhattan. Un mal negocio, pensaría uno en el presente.

 

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