CRUCERO AÉREO

La vuelta al mundo en jet privado

Dar la vuelta al mundo en 19 días, en el mismo avión con la misma tripulación es posible. 39.7000 kms de viaje con todas las comodidades.

El piloto Gregor Schweizer inclina el avión durante un vuelo de aproximación. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]

Ficha

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El piloto Gregor Schweizer nació en Basilea y es un hombre de pocas palabras. Antes de despegar en la ciudad japonesa de Osaka solo dice: «Queridos pasajeros, les deseo un vuelo agradable«. Efectivamente, no hay mucho más que decir. Los 30 pasajeros ya conocen las instrucciones de seguridad. También conocen la ruta prevista y el surtido de bebidas a bordo de la nave. No es la primera vez que están sentados en el asiento 3A o 10F, sino que ya han realizado cinco vuelos. Al final serán 11.

Los datos básicos de este viaje: siete países, cuatro continentes, un recorrido de 39.700 kilómetros. Dar la vuelta al mundo en 19 días, en el mismo avión con la misma tripulación. Desde Alemania al archipiélago africano de Zanzíbar, con escalas en Nueva York, Canadá, Alaska, Japón, Palau y Vietnam. Imagínese que se trata de un crucero, no en barco por el agua sino por el aire en un Boeing 737 fletado por la empresa Hapag-Lloyd de Hamburgo.

Hay más puntos de coincidencia con un viaje por mar: todas las comidas a bordo del avión y en tierra están incluidas en el precio del viaje, hay un servicio de equipaje y un médico de vuelo, una guía turística entrenada en barcos de expedición y dos experimentados lectores de viaje como programa de entretenimiento ambulante.

También los pasajeros se parecen a los que realizan un viaje en un crucero de lujo: en su mayoría jubilados y adinerados, o mejor dicho, muy adinerados. Los cruceros de por sí no son viajes de placer baratos, pero el precio de un día a bordo de un crucero aéreo es al menos tres veces mayor que el de un crucero marítimo de lujo. Para los pasajeros, lo más importante es viajar a lugares exóticos con la mayor atención individual posible.

Una pasajera de Suiza dice que normalmente participa en excursiones de senderismo o viajes en velero. Un crucero tradicional sería para ella «demasiado aburrido». Otro pasajero, quien vendió hace diez años su empresa artesanal a orillas del lago Starnberg, en Baviera, se regaló el viaje por su cumpleaños 80. «Siempre he soñado con un viaje alrededor del mundo«, dice. El servicio a bordo del avión le parece casi demasiado lujoso: «No necesito el champán. Prefiero beber un jugo de naranja«.

Los organizadores del viaje no tienen que respetar planes de vuelos regulares ni los centros de conexiones del tráfico aéreo. Esta es la gran ventaja de un viaje en jet privado. Si la pista de aterrizaje es suficientemente grande, cada lugar es un destino posible.

Los cruceros aéreos se ofrecen desde mediados de la década de los 80. Si se añaden los billetes que las compañías aéreas venden para vueltas al mundo, esta modalidad de viaje incluso existe desde hace más tiempo. La agencia alemana Consul Weltreisen organizó en 1986 el primer crucero aéreo a Asia. Con una interrupción de 2000 a 2007, también Hapag-Lloyd lleva organizando estos viajes desde hace casi 30 años. El tercer proveedor es Windrose, especializado en viajes de estudios.

Muchas veces son las cosas pequeñas las que más aprecian los clientes exigentes: un viaje en rickshaw por la noche en Hanoi o una cena en la playa de Zanzíbar bajo el cielo estrellado de África, donde el lector de viaje Kai Schepp enseña la Cruz del Sur. Ingrid Schwarz, la jefa de los guías turísticos, está pendiente de todo. Ella es el alma buena del viaje, dotada igualmente de talento organizativo y de paciencia de santo. Los pasajeros están acostumbrados a la exquisita atención y a que puedan expresar deseos especiales.

Lo que más le preocupa a Ingrid Schwarz durante este viaje es la comida a bordo del avión. Está fría, no sabe bien, tarda demasiado en servirse, son las quejas de los pasajeros. Inesperadamente, los pasajeros del jet privado comparten la suerte de quienes viajan en vuelos regulares. No es culpa de la falta de preparativos. Empresas de catering entregan las comidas y en la bodega del avión hay todo un almacén lleno de vinos, jugos, café, té, nueces y bombones. Ingrid Schwarz discute con la tripulación y verifica los encargos a los proveedores. Finalmente, corta por lo sano: para el último tramo del viaje habrá un cocinero a bordo de la nave. (dpa)

 

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