Qué ver y qué hacer en Filadelfia

Con pista de hielo olímpica y un bar que ofrece tragos de la época colonial, la ciudad busca despegarse de la estela independentista que le dio más prestigio que turistas.

Como localidad universitaria, Filadelfia tiene aire juvenil, abundantes “horas felices” y una escena gastronómica en expansión, desde la Avenida Frankford, en el norte, hasta la Avenida Passyunk, en el sur. Con pista de hielo olímpica y un bar que ofrece tragos de la época colonial, la ciudad busca despegarse de la estela independentista que le dio más prestigio que turistas. Fotos: Diario PERFIL [ Ver fotogalería ]

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Por Nell McShane Wulfhart (The New York Times / Travel para Diario PERFIL)

Como localidad universitaria, Filadelfia tiene aire juvenil, abundantes “horas felices” y una escena gastronómica en expansión, desde la Avenida Frankford, en el norte, hasta la Avenida Passyunk, en el sur. Con un número incesante de museos estelares y la transformación de espacios industriales en estudios artísticos, la ciudad nunca ha sido más atractiva y propicia para ser explorada incluso en bicicleta. Empiece en el lado oeste de la ciudad, en el corazón de University City. El Instituto de Arte Contemporáneo de la Universidad de Pensilvania (entrada gratuita) es el espacio de arte moderno más prestigioso, con muestras provocadoras. Fue el primer museo en presentar una exhibición especial de Andy Warhol y muestras de las primeras obras de Laurie Anderson.

Las estrictas leyes de Pensilvania con respecto al alcohol (los permisos para vender alcohol son legendariamente caros y difíciles de obtener) han generado una impresionante cultura BYOB (por su sigla en inglés para “traiga su propia botella”), con restaurantes manejados por chefs que ofrecen cocinas inventivas. Will BYOB, comandado por el chef Christopher Kearse, es uno de ellos sobre la animada Avenida Passyunk, con un menú de degustación de cinco pasos (US$ 75) con exquisitos platos, como la gallina alimentada a leche. Reserve con anticipación.

Para un desayuno, Di Bruno Bros, una institución local; la sucursal original en el Mercado Italiano del sur de Filadelfia existe desde 1939. Esta, en la esquina de las calles 18 y Chestnut, rebosa con productos epicúreos. Agarre una baguete rústica, mermelada de higo y miel de acacia, y camine dos cuadras al sur hasta Rittenhouse Square. Los sábados se arma allí un mercado de productores hasta las 14 donde puede encontrar de todo, desde kombucha hasta chacinados preparados con animales criados de forma sustentable.

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El programa de bicicletas compartidas de Filadelfia, iniciado en 2015, actualmente tiene más de setenta estaciones repartidas alrededor de la ciudad. Alquile una reluciente bicicleta azul índigo (4 dólares por 30 minutos) en las calles Front y Carpenter y tome la Senda del Río Delaware, un camino desarrollado recientemente que bordea el agua. Conduzca hacia el norte, parando en el Parque Spruce Street Harbor, un paseo salpicado de luces, hamacas, un patio cervecero y barcazas para cenar (de mayo a septiembre). Generalmente, la pista de hielo olímpica Blue Cross River Rink abre al público entre finales de noviembre y fines de febrero, junto a fogatas y un jardín de invierno.

Luego retome la senda con dirección norte hasta Fishtown, un vecindario que ha visto enormes cambios. La Avenida Frankford se suma a la evidencia de la nueva modernidad de Filadelfia; es una vía alineada con boutiques, restaurantes y cafés. Visite La Colombe, una cavernosa cafetería industrial chic que destila su propio ron de café, para disfrutar de un cremoso “latte de barril” (café frío y leche presurizada con nitrógeno; agréguele una medida de ron por 6 dólares).

En Southward encontrará una versión del trago de la época colonial Philadelphia Fish House Punch (una mezcla de coñac, bourbon, ron, licor de durazno, helado de limón y nuez moscada). Vale la pena hacer la fila por el “ostión al dólar” de la hora feliz del sábado por la noche de Oyster House, que atrae una clientela adinerada con sus ostiones en oferta: 1 dólar la pieza, desde las 9 hasta las 23. Acompáñelos con el ponche de la casa preparado con vino tinto, brandy de manzana, limón, jengibre y canela.

Es difícil creer que las 3 mil pinturas impresionistas de la Fundación Barnes alguna vez hayan pertenecido a un solo hombre. El recorrido de una hora cuesta US$ 45 con guía. Es impensable irse de la ciudad sin parar en una Wawa, la tienda que (según los locales) ofrece el mejor café y los mejores “hoagies” y sándwiches de albóndigas. Camine hacia el Ayuntamiento para comérselo en el recién diseñado espacio verde del Parque Dilworth, bajo la benevolente mirada de la estatua de William Penn, el fundador de Pensilvania.

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