ISLAS CANARIAS

Con museo submarino y amplia oferta cultural, Lanzarote es mucho más que playas

Las Islas Canariasno son conocidas como destino cultural. Sin embargo, Lanzarote es una grata sorpresa.

Las 35 figuras del grupo de esculturas "El Rubicón", están dispuestas todas en la misma dirección. [ Ver fotogalería ]

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Las Islas Canarias (España) no son conocidas como destino cultural. Sin embargo, Lanzarote es una grata sorpresa, no solo por la conocida Ruta César Manrique, sino también por unos museos realmente originales, por ejemplo el primer museo submarino de Europa. Una visita al Museo Atlántico, en el extremo sur de la isla española, es un poco más complicada que una visita a un museo normal. A cambio, ofrece una experiencia mucho más fascinante. Primero hay que quitarse la ropa y ponerse un traje de baño y un neopreno. Después hay que colocarse una correa con pesas, una máscara, aletas y, desde luego, un equipo de buceo.

Carlos Campaña enciende el motor de la lancha neumática. El viaje desde el puerto náutico de Marina Rubicón hasta el museo, situado en la bahía frente a la playa de las Coloradas, solo dura cinco minutos. Al igual que la mayoría de las escuelas de buceo que cuentan con una licencia para lo que probablemente es la visita guiada más inusual del mundo a un museo, también Carlos recibe en su centro de buceo «Lanzarote Non Stop Divers» a cada vez más clientes que quieren conocer el primer parque submarino de esculturas de Europa. Las últimas de las 240 esculturas fueron hundidas a finales de diciembre pasado.

El museo submarino fue creado por Jason deCaires Taylor, un escultor británico que viene llamando la atención desde hace varios años con su arte subacuático. En 2015 dieron la vuelta al mundo las imágenes de sus cuatro jinetes del Apocalipsis situados a orillas del Támesis en Londres. Lentamente, Carlos y los turistas se deslizan 15 metros hacia la profundidad. Ya desde lejos se pueden ver en la arena blanca en el fondo marino varios puntos negros. A medida que uno se va acercando aparecen cada vez más nítidos los contornos de un grupo de figuras. Las esculturas de hormigón representan a cinco niños que están sentados en un jolatero. Los jolateros son barquillos construidos con bidones de hojalata con los que los niños de Lanzarote realizan carreras tradicionales.

Después de un par de movimientos con las aletas aparece otra escultura de un barco. En la «Balsa de Lampedusa» están sentados, unos pegados a otros, varios niños, mujeres y hombres. Aunque no es posible reconocer sus caras, se puede ver que están sufriendo mucho. «Con esta obra he querido hacer un llamamiento para reflexionar sobre el drama de los refugiados en Europa«, explica Jason deCaires Taylor.

Al igual que la isla italiana de Lampedusa, las islas Canarias, situadas frente a la costa oeste de África, han sido durante muchos años el destino de miles de refugiados africanos que huyeron de sus países en barco, señala el artista en su estiudio en el puerto náutico de Marina Rubicón. Junto al estudio hay un centro de información para los visitantes del Museo Atlántico. Para que no solo buceadores puedan conocer el arte submarino de Taylor, también se van a usar en breve barcos con fondo de cristal y cascos de buceo.

Ya desde hace varios años, Lanzarote viene apostando cada vez más por proyectos culturales originales de este tipo para atraer a turistas y ofrecer nuevas alternativas. Por ejemplo la Casa José Saramago, que si bien no es tan fantástico como el Museo Atlántico, no es menos original. El premio Nobel de Literatura portugués pasó los últimos 18 años de su vida en Lanzarote. Con su mujer Pilar vivió en Tías, localidad situada en el centro de la isla. Su casa, donde murió en 2010, fue abierta hace cinco años como museo. Sin embargo, dista mucho de ser un museo normal. Todo se ha conservado tal como estaba en vida del escritor.

En un rincón está el escritorio en el que Saramago escribió novelas como «Ensayo sobre la ceguera«, «El hombre duplicado» o «El viaje del elefante«. Inevitablemente, el visitante tiene la sensación de que Saramago puede entrar en cualquier momento desde la habitación de al lado para saludarte personalmente. Sobre todo en la cocina, donde Saramago se sentaba en el pasado con muchos amigos famosos como Susan Sontag y Pedro Almodóvar, y también con admiradores suyos, que muchas veces simplemente llamaban a la puerta. Sin embargo, ellos no solo obtenían autógrafos. Siempre que tenía tiempo, los invitaba a un café portugués en la cocina. Esta tradición se ha mantenido durante un recorrido actual por el museo.

 

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