MUSEOS & CULTURA

Los impresionistas y la fotografía: muestra imprescindible en Madrid

Por Flavia Tomaello | El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid sorprende con una mirada sobre el modo de mirar a partir de la aparición de la fotografía. Hasta fines de enero del próximo año.

Los impresionistas y la fotografía cuenta con el mecenazgo de JTI y la colaboración de la Comunidad de Madrid y presenta 66 óleos y obras sobre papel y más de 100 fotografías. [ Ver fotogalería ]

Ficha

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Publicado el 18 de septiembre de 2019

Pocos inventos tuvieron un impacto tan trascendental en la sociedad moderna como el de la fotografía. Su aparición cambió radicalmente el modo de contemplar el mundo y de representar la realidad por parte de los artistas, particularmente de los pintores impresionistas. Este otoño, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, de Madrid, presenta una exposición que quiere descubrir la repercusión que la invención de la fotografía tuvo en el desarrollo de las artes plásticas en la segunda mitad del siglo XIX y plantear una reflexión crítica sobre las afinidades y mutuas influencias entre pintura y fotografía, sin olvidar la polémica entre críticos y artistas que suscitó su aparición.

Comisariada por Paloma Alarcó, jefe de conservación de Pintura Moderna del Museo Thyssen, Los impresionistas y la fotografía cuenta con el mecenazgo de JTI y la colaboración de la Comunidad de Madrid y presenta 66 óleos y obras sobre papel y más de 100 fotografías. Destacan los préstamos de las colecciones de fotografía de la Bibliothèque nationale de France, de The J. Paul Gettty Museum de Los Ángeles, del Victoria and Albert Museum de Londres o de la Société française de photographie de París. Entre las pinturas se podrán ver obras significativas de Manet del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, de Bazille del Musée d’Orsay de París, de Monet del Musée Marmottan Monet de París y de la Fondation Beyeler de Basilea, o de Degas de Los Angeles County Museum of Art, así como de las colecciones privadas de Henry y Rose Pearlman o de Ann y Gordon Getty.

Desde los primeros daguerrotipos de finales de la década de 1830 y, sobre todo, tras el descubrimiento en años posteriores de las técnicas de impresión fotográfica en papel, la relación entre fotografía y pintura fue muy estrecha. El ojo artificial de la cámara de fotógrafos como Gustave Le Gray, Eugène Cuvelier, Henri Le Secq, Olympe Aguado, Charles Marville o Félix Nadar, estimuló en Édouard Manet, Edgar Degas y en los jóvenes impresionistas Camille Pissarro, Paul Cézanne, Alfred Sisley, Claude Monet, Marie Bracquemond, Pierre-Auguste Renoir, Berthe Morisot y Gustave Caillebotte, un nuevo modo de mirar el mundo.

Durante las décadas de desarrollo del impresionismo, la fotografía logró paulatinamente dejar de estar asociada a una mera reproducción mecánica de la realidad y fue ganando credibilidad artística. Al impresionismo le valió no solo como fuente iconográfica sino también como inspiración técnica, tanto en la observación científica de la luz o en la representación de un espacio asimétrico y truncado como en la exploración de la espontaneidad y la ambigüedad visual. Asimismo, por influencia de la nueva factura impresionista, algunos fotógrafos, sobre todo los pictorialistas de finales de siglo, comenzaron a preocuparse por la materialidad de sus imágenes y a buscar fórmulas para hacer sus fotografías menos precisas y más pictóricas

Los impresionistas tenían muy presente la naturaleza cambiante de la realidad, que a cada instante se modifica y se desvanece. Con su capacidad única de suspender el tiempo y mantenerlo vigente de manera indefinida, la fotografía se mostró para ellos como una victoria simbólica de los hombres sobre la temporalidad y propició una revolucionaria transformación de su representación pictórica. La reducción de las escenas a un intervalo muy breve de tiempo les obligaba a mirar más rápido y a pintar más rápido, dando menos importancia a la reflexión que al efecto. Por su parte, la luz, elemento fundamental para los impresionistas, también les emparejó con la fotografía, mientras que su libertad absoluta en el uso del color les diferenciaba de ella.

Los nueve capítulos temáticos en los que se articula la exposición permiten apreciar la confluencia de intereses de pintores y fotógrafos, y mostrar esa nueva mirada y la libertad artística que caracterizó a la sociedad mediatizada por la renovada cultura visual que trajo la fotografía.

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