Recuerdos de Hemingway en La Habana

«Finca Vigía» fue el auténtico hogar del escritor estadounidense, considerado un icono del patrimonio histórico cubano.

Uno de los pasaportes que dejó Hemingway en "Finca Vigía" y su máqina de escribir. Foto: Foto José Goitia/dpa [ Ver fotogalería ]

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Por Silvia Ayuso (dpa)

Cuando el día amanece claro, algo nada inusual en una ciudad como La Habana, no hace falta echarle demasiada imaginación para comprender por qué el escritor estadounidense Ernest Hemingway encontró en «Finca Vigía», la casa que habitó durante 21 años en las afueras de la capital cubana, el refugio donde creó algunas de sus obras más importantes.

Aunque el sol entra a raudales por las numerosas ventanas que atesora la casona, su privilegiada situación en una colina, con espléndidas vistas a la bahía habanera, permite mantener un frescor inusual para el clima caribeño.

Y no es necesario hacer memoria de alguna de las numerosas fotografías del Premio Nobel de Literatura norteamericano -quien recibió la noticia del galardón en esta misma casa- para visualizarlo tomando uno de sus famosos tragos de ron en la espaciosa sala de estar, sentado en su butaca favorita y rodeado de discos y libros, sobre todo muchos libros, tras una jornada escribiendo, de pie, según su costumbre, en su estudio.

«Uno vive en esta isla porque se puede tapar con un papel el timbre del teléfono para evitar cualquier llamada y porque en el fresco de la mañana se trabaja mejor y con más comodidad que en cualquier otro sitio«, dijo el autor en una ocasión.

Casi 50 años después de su muerte, poco ha cambiado en Finca Vigía. Tan poco, que uno casi espera que el autor de «Por quién doblan las campanas» aparezca de un momento a otro por una de las puertas, o se escuche su voz reclamando más bebida «que entraba por cajas», aseguran, desde la piscina aledaña que vivió momentos estelares, como el baño completamente desnuda que se dio Ava Gadner durante una de sus visitas a la casona habanera. «La casa tiene el espíritu de vida de Hemingway«, asegura Ada Rosa Alfonso, la directora de la casa-museo del escritor.

Desde que la cuarta y última esposa de Hemingway, Mary Welsh, la donara al Estado cubano tras la muerte del escritor en 1961, «Cuba ha respetado la voluntad de conservarla como si fuera su casa», algo que, asegura Alfonso, constituye un «reto a la museología y museografía, para conservarla así y evitar el deterioro». Porque «aquí en vitrinas en su casa no hay nada y casi todo es original«, agrega.

De hecho, la misma radio del salón, «con su mecanismo original», sigue funcionando hoy en día, al igual que el tocadiscos aledaño, en donde es posible reproducir aún uno de los múltiples discos con «los clásicos de todos los tiempos» que escuchaba Hemingway y que, a diferencia de lo que hacía con sus libros, que no mantenía ordenados según una pauta reconocible, «él mismo se encargaba de ubicar».

Recuerdos de Hemingway en La Habana

Todo esto, así como sus innumerables trofeos de caza, sus máquinas de escribir, su ropa -hasta su uniforme de la II Guerra Mundial, tesoros y nimiedades de la vida cotidiana de una casa, es posible contemplarlo desde las ventanas de Finca Vigía, sobre las que seagolpan casi sin pausa los turistas que en tropel acuden cada día a ver el refugio caribeño del escritor. En los archivos, en un lugar más secreto y fuera de la vista del público, Finca Vigía guarda otro «tesoro», los miles de documentos de todo tipo que dejara el escritor tras su muerte.

El museo anunció la digitalización de la primera parte de este archivo. Más de 3.000 páginas de correspondencia, facturas, anotaciones y otros escritos que, según Alfonso, aunque «no es Colón ni el descubrimiento de América» sí constituyen «elementos aportativos» que permiten «un conocimiento más profundo de la vida de Hemingway y su obra, de su concepto y filosofía de las cosas, en su intercambio con escritores, editores, artistas… como su relación con John Dos Passos o Gertrude Stein».

Entre los documentos ya digitalizados figuran desde meras cartas de admiradores, de lectores que le piden uno de sus libros, de niños que apelan a él para hacer un trabajo escolar o incluso alguna que otra multa, hasta cartas más reveladoras de su vida, como las que le enviaran algunos de sus editores o artistas como Ingrid Bergman o Marlene Dietrich, aunque de ésta sólo se conserva el sobre original, precisa Alfonso.

Hoy todavía queda buena parte de la documentación por digitalizar: además de postales, aún no procesadas, restan casi mil documentos, una «cantidad extrarordinaria» de mapas con anotaciones y rutas realizadas por el propio Hemingway -«¡puedes hacer casi un libro de viajes de Hemingway con los mapas!», exclama Alfonso- y casi 2.000 libros, revistas y folletos con «anotaciones en márgenes» del autor de «El viejo y el mar».

Al fin y al cabo, la «Finca Vigía» fue el auténtico hogar del viajero Hemingway, afirma Ada Rosa Alfonso. «Es un hecho que siempre se pretende ignorar, y las razones no las voy a buscar, la importancia de Finca Vigía en la vida y obra de Hemingway», señala.

«Aquí terminó de escribir «Por quién doblan las campanas», «Al otro lado del río y entre los árboles», aquí escribe «Islas en el Golfo», «El jardín del Edén», «París es una fiesta», «Al romper el alba»… una gran cantidad de su obra, crónicas, reportajes los escribe aquí. Al fin y al cabo, son 21 años de su vida, la etapa más productiva«, recuerda.

En momentos en que Cuba y Estados Unidos buscan, o eso dicen, una vía para tratar de superar medio siglo de desencuentros, quizás debieran echar un vistazo al mundo de la cultura donde, en la figura de uno de los nombres más insignes de las letras norteamericanas, Ernest Hemingway, se demuestra que el entendimiento es posible. Porque, como afirma Alfonso, «Hemingway es parte también del patrimonio cubano».

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2 Comentarios en “Recuerdos de Hemingway en La Habana

  1. alan | 09/05/2013 | 18:00

    hermoso. estas notas me gustan

  2. Y bué !!! Por fin una nota interesante, que nos haga salir un poco de el enfrentamiento desgarrador de nuestro pueblo.

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