La aridez del paisaje y la minería han marcado la historia del Desierto de Atacama, en Chile; un lugar donde, si prestas atención, es posible escuchar el silencio y las estrellas se ven tan de cerca que parecen dar calor. Protegido por la cordillera de los Andes, el desierto de Atacama cuenta con 1.000 kilómetros cuadrados de arena y pedrisco, un sol inclemente, una nada infinita y el título de ser el desierto más seco del mundo. Aquí, la NASA, que utiliza la similitud de este paraje con la superficie de Marte para probar sus robots, descubrió un lugar en la Cordillera de Domeyko en el que no había llovido desde hace más de 250 años. Si vas, no te pierdas los impactantes lagos secos del Valle de la Luna, una localización alucinante que debe su aspecto lunar a la sal que la cubre y al sol que la refleja de mil maneras imposibles. Allí, paradójicamente, antes había un lago. Hoy en día, la gran extensión del valle está conformada por una zona de pináculos salinos erosionados por el viento y por una duna que escalar para contemplar la puesta del sol desde su cima, desde la cima de este otro mundo en medio de Sudamérica. La simple llegada de la noche (cuando las temperaturas descienden a bajo cero desde los 50ºC) puede convertirse en un verdadero espectáculo en el límpido cielo de Atacama. Foto: Flickr/Saun Dunphy

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