Por antigüedad, dimensiones y belleza, ninguna medina se compara con la que ofrece esta ciudad de origen medieval. Allí se puede regatear, comer e incluso dormir. Es de rigor perderse en ella. Foto: Pablo Cuarterolo / Diario PERFIL

Volver a la nota: Por las callecitas de Fez, el encanto de una vida incesante

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

uno × tres =