Rapa Nui o Tepito Ote Henua (“Ombligo del Mundo”), como la llamaban sus antiguos habitantes, Isla de Pascua es la isla habitada más remota del planeta: no hay otra porción de tierra en el mundo tan aislada en el mar y esa misma condición le otorga un aura de fascinante misterio. Declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, este Parque Nacional chileno tiene de todo: playas con arenas de color rosa -como la de Ovahe- o de encanto paradisíaco -como la de Anakena-, volcanes y praderas para recorrer a pie o a caballo, y, sobre todo los míticos “moais”, testigos del auge y la caída de una ancestral cultura. Las figuras de piedra miran al interior de la isla, protegiendo a sus habitantes con sus miradas que se hacían de coral blanco y eran el mana -el alma- de la figura. El encanto de la isla no disminuye en ninguna época del año. Su clima es permanentemente cálido, su infraestructura turística y de servicios mejora sostenidamente y la tranquilidad y belleza del entorno, junto a la simpatía de sus habitantes, hacen que uno quiera volver siempre. Foto: AFP

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