Azules en todas sus tonalidades, blancos, grises y delgados hilos de hielo conforman el mágico escenario interior del glaciar en Mendenhall, a casi 20 kilómetros de Juneau, sur de Alaska. Así lo descubrió el fotógrafo Jonathan Tucker luego de caminar por más de dos horas hasta llegar a la cima, a 1.500 metros sobre el nivel del mar y recorrer, aunque hayan sido solo unos 27 metros, este impresionante paisaje oculto bajo un delgado techo de hielo que se llenaba de azules e iluminado por tímidos rayos del sol. Y aunque caminar sobre un glacial es peligroso, aun más lo es hacerlo al interior de uno de ellos, por lo azaroso del grosor de las capas de hielo. Los lugareños le advirtieron a Tucker que, de derrumbarse la cueva, solo sobreviviría como máximo 10 minutos –si algún trozo de hielo no lo golpeaba antes–. “Estaba aterrado porque sé bien que las cuevas glaciares se pueden derrumbar en cualquier momento”, dijo el fotógrafo de 27 años. “Tenía pánico claustrofóbico al inicio, pero me relajé sacando algunas fotos. Luego me asusté porque escuché un crujido del glaciar encima de mi cabeza”, dice Tucker. En otra zona de este gigantesco glaciar (tiene una extensión de 95 km cuadrados) hace poco fue descubierto un bosque congelado. Foto: Cortesía Jonathan Tucker/REX
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