Estambul, capital de Turquía, es una ciudad situada entre dos mundos que reúne lo mejor de cada uno de ellos. Heredera del peso del Imperio Romano, tras el cisma de Occidente, Constantinopla fue joya y orgullo de la cristiandad hasta su caída en 1453. Pero lejos de decaer, su mito siguió creciendo con el Imperio Otomano, el de “Sublime Puerta”, que Solimán el Magnífico llevó de Bagdad a Hungría, con el Mediterráneo a sus pies. Cuatro hitos arquitectónicos resumen la herencia cultural de Estambul. Por encima, dominando en altura, se encuentra la Mezquita de Solimán el Magnífico. Y a su izquierda, Santa Sofía, primero Basílica y luego mezquita, con una impresionante cúpula, que hace 16 siglos asombra con la riqueza de sus mosaicos. Frente a ella, la Mezquita Azul, así llamada por el color de los 20.000 azulejos de su interior, y cuya grandeza quiso competir con la mismísima Meca, al levantar seis minaretes, en lugar de los cuatro habituales. Y por último, el Palacio de Topkapi, entre cuyas suntuosas estancias podrás encontrar el diván del sultán, y las estancias de su harén. Además de una impresionante colección de joyas y armas. Foto: AFP

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