Parece casi imposible que las enormes esculturas y piedras de los dos templos que el Egipto faraónico ubicó en Abu Simbel hayan sido levantadas dos veces. La primera en sus dorado alumbramiento, allá por el 1284 a. C., ambos por orden de Ramsés II, un dechado de ‘ombliguismo’ al ordenar que replicaran su efigie en cuatro colosos en la fachada de uno de ellos, y la segunda en 1964 de nuestra era, con la contrucción de la presa de Asuán, que hizo que el nivel del Nilo subiera y los templos se desmontaran y reconstruyeran en un enorme rompecabezas lejos del peligro. Toda una obra de ingeniería faraónica. Foto: Traveler

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