Fue en 1960 cuando Río de Janeiro cedió la capitalidad de Brasil en favor de la recién inaugurada Brasilia, una ciudad surgida de la selva y proyectada para albergar las grandes instituciones del Estado. Su principal arquitecto, Oscar Niemeyer, y el urbanista Lúcio Costa, crearon una de las capitales más jóvenes y modernas del mundo, merecedora a las pocas décadas de su nacimiento de la catalogación de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.

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