La figura de Kim Jong-un y sus ancestro domina la vida diaria y cada rincón de la desolada Pyongyang, repleta de gigantescos rascacielos sin terminar y unas 30.000 estatuas de los líderes comunistas antes que las todos, locales y extranjeros, deben postrarse una vez en la vida. Sus visitantes retratan una sociedad sin diversiones, sin tecnología, que se rige militarmente, con grandes avenidas desiertas y edificios abandonados. Foto: AP

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