MEZQUITA DE C脫RDOBA, ESPA脩A. 芦Es imposible desprenderse del magnetismo de la Mezquita de C贸rdoba, de la llamada de su jard铆n. El patio de los Naranjos huele a azahar entre sol y sombra. La gente se tumba, lee, conversa y, como tantos cordobeses, se convierte en poeta o fil贸sofo: medita. Hay que vencer el inmovilizante misticismo arom谩tico y penetrar en la simetr铆a del bosque de columnas: el efecto del reflejo dentro del reflejo se desordena si adoptamos perspectivas diagonales; entonces, la sensaci贸n de amplitud se emborrona y las columnas siempre esconden algo detr谩s. El mihrab en el muro de la quibla se orienta hacia el Sur como en Damasco. Duermen en sus tumbas Garcilaso el Inca y G贸ngora. La catedral creci贸 dentro del bosque como uno de esos l铆quenes parasitarios que llegan a ser hermosos禄

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