Clotilde Jourdain, asidua turista de la villa, consideraba a Epecuén su segundo hogar. “Comencé a visitar Villa Epecuén en 1973. Empezamos a ir porque uno de mis hijos tenía sinusitis y no se la podían curar, hasta que un cliente nos recomendó ir al lago Epecuén. Estuvo 15 días y el agua lo curó. Mi marido también sufrió un momento de depresión y lo salvamos acá. También he visto gente entrar con muletas y a la semana salir caminando”. Foto: Mercedes Noriega

Volver a la nota: Voces de Epecuén, el pueblo fantasma que resurge de las aguas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

dieciocho − 6 =