A partir de septiembre las playas del Golfo San Jorge, en la Provincia de Chubut, empiezan a adoptar color y movimiento. Las mareas, que durante el crudo invierno sacuden las amplias murallas de piedra que custodian las costas, atraen con su incipiente calidez a una multitud de especies viajeras que poco a poco van llegando, por aire, mar y tierra, en busca de su merecido descanso. Entre los poros y rendijas de las rocas marrones empiezan a crecer tiernos brotes verdes que anticipan la abundancia. Los lobos marinos exhiben sus harenes. Los primeros pingüinos de Magallanes invaden la tierra de a pasos torpes, y se reúnen en lo que en los próximos días será una colonia milenaria, un organismo multitudinario que cobra vida propia. En el horizonte, ya en territorio oceánico, se ven las jorobas blancas de las ballenas australes, perseguidas y picoteadas por las gaviotas de Orlog, y los saltos ornamentales de las toninas. Las especies conviven armónicamente en el Parque Marino Costero Patagonia Austral. A lo largo de 100 kilómetros, y entre bahías, caletas, ensenadas, playas y arrecifes rocosos, la naturaleza confluye.

Volver a la nota: parque marino patagonia austral

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

dieciocho − 4 =