Un viaje a Nepal, el antiguo paraíso de los hippies

Mundos helados, hippismo y dioses por todas partes: Nepal es una aventura y una excursión a un mundo desconocido. Fotos.

Un grupo de campesinas posa para la foto. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]

Por Bernd Kubisch (dpa)

He aquí algunas observaciones de interés turístico desde un país donde se viaja en teleférico para rezar y donde la huella del Yeti salta a la vista en el fuselaje del avión.

Cerveza helada a la puesta del sol: para aprender algo sobre el país y la gente en Nepal, sólo hay que descifrar el significado de los nombres de la cerveza. «Gorkha»: una cerveza, una ciudad, una minoría étnica y un nombre del siglo XVIII que designaba al Reino de Nepal. El último regente tuvo que capitular en 2006 para dar lugar a las primeras elecciones democráticas. La cerveza «Everest»: el pico más alto del mundo tiene 8.848 metros. Muchas excursiones de senderismo en la región de Annapurna, en el noreste de Nepal, atraen a gente de todo el mundo. «Nepal Ice»: la cerveza no se puede tomar fría en todas las partes de este país, que tiene una superficie de unos 147.000 kilómetros cuadrados y una población de casi 28 millones de habitantes. En muchas regiones no hay ni frigoríficos ni fábricas de hielo, que escasean sobre todo en el oeste del país, una región salvaje y solitaria situada detrás de la ciudad de Dhangadi. Desde Katmandú, la capital, se necesitan dos días en autobús para llegar a esta localidad, aunque también se puede viajar allí con Yeti Airlines -muchos nativos creen en la existencia del abominable hombre de las nieves- y Buddha Air. El 15 por ciento de los nepalíes son budistas y el 80 por ciento hindúes.

Danza macabra: el cuerpo del muerto está adornado con flores, la cabeza está cubierta por una máscara roja. El sepulturero pone paja húmeda sobre el cadáver y enciende la madera colocada por debajo. De esta manera, el cuerpo no arde rápidamente pero sí echa mucho humo. A los deudos en el extenso templo de Pashupathinat esto no les molesta mucho. Más tarde, las cenizas del muerto son esparcidas en el sagrado río Bagmati, poco profundo y bastante contaminado durante la estación seca.

Cientos de creyentes rezan, meditan y dan paseos bajo el sol abrasador en el santuario hindú. Gurús, sacerdotes, ascetas y encantadores de serpientes se dejan fotografiar. Algunos tienden la mano decentemente. Para los turistas no siempre está claro qué y quién es auténtico y qué está fingido y embellecido para las cámaras fotográficas. Frente al Templo de Pashupatinath, los cafés y los comerciantes hacen un buen negocio. Lo que se ofrece al turista son baratijas, puñales, amuletos, haces de leña, fruta, artesanía, bufandas y túnicas.

Katmandú: Algunos niños suben a esculturas en el palacio de Hanuman Dhoka, donde en el pasado residían los reyes. Una niña pequeña está sentada en el brazo de su madre y saborea un helado con una expresión de felicidad. Unas mujeres están haciendo cola pacientemente para sacar agua de una fuente. Los turistas sacan fotos de la fascinante arquitectura centenaria: relicarios, santuarios, rostros esculpidos en piedra y casas históricas.

Vendedores, cargadores y rickshaws se abren paso entre las innumerables pequeñas tiendas en los callejones del centro histórico de la ciudad. En el barrio turístico de Thamel se venden también mojitos y caipirinhas, nachos y bocadillos. Los grandes tiempos de los hippies y pasotas en Katmandú han quedado atrás, también por los duros castigos. Aun así, muchos nativos y turistas fuman hachís y marihuana, al igual que antes, y no sólo en la capital.

En teleférico a la diosa: la población de Dhunikhel está situada a una altura de casi 1.700 metros, en la carretera que conduce al Tíbet, e invita a la relajación y a dar paseos. Si el tiempo lo permite, se pueden ver algunos sietemiles y ochomiles. Aun más espectacular es la vista de las cumbres nevadas del Himalaya en la animada localidad turística de Pokhara, unos 200 kilómetros al noroeste de Katmandú. Vale la pena hacer una parada en Gorkha. Un moderno teleférico sube al templo de Manakamana, que está dedicado a la diosa hindú Durga.

Más hacia el oeste se pueden ver cabras montesas y monos. Muchos pueblos no tienen suministro eléctrico ni calles, pero sí dominan el arte del cultivo en terrazas. En medio de la naturaleza salvaje hay también sorpresas: primero una estatua gigante del dios hindú Hanuman y después un pueblo que apenas se puede encontrar en Internet pero que cuenta con un pequeño hotel con buena comida y servicios. Por la mañana, el dueño del hotel «Pipal Chantari», en el pueblo de Buder, pone personalmente cubos con agua caliente delante de las puertas de las habitaciones.

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DATOS ÚTILES. Cómo llegar: Desde todas las grandes ciudades europeas hay vuelos a Katmandú, pero con escalas. Desde Europa, la duración del viaje es de unas 11 horas. Cuándo viajar: de octubre a marzo el tiempo en Nepal es muy seco. Las mejores épocas para viajar son a comienzos y a finales de la estación seca. En los meses de diciembre y enero muchas veces hace bastante frío. Documentos: un visado de turista para 30 días cuesta poco menos de 30 euros (unos 42 dólares). Para obtener el visado, es necesario presentar un pasaporte con una validez de al menos seis meses y una foto de pasaporte.

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Un comentario en “Un viaje a Nepal, el antiguo paraíso de los hippies

  1. Nicolino Roche | 21/03/2014 | 14:01

    Nepal y los Hippies……….falopa, falopa, y mas falopa…….aqui estan los resultados de la juventuda maravillosa de los 70………hace falta aclarar algo mas?

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