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Así es Dismaland, donde Banksy mató a la Cenicienta

Quien tenga intención de visitar la última instalación del artista británico Banksy en la costa oeste de Inglaterra, tiene que ir mentalizado para contemplar un desfile del horror y el absurdo.

La imagen de la sirena Ariel, de la película de Disney "La Sirenita", aparece desfigurada ante el castillo de "Dismaland". [ Ver fotogalería ]

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(3 de septiembre de 2015) Cenicienta cuelga inerte sobre una de las ventanas de su carruaje, totalmente volcado. Sus rubios cabellos casi rozan el suelo mientras sus blancos corceles yacen retorcidos junto al coche, medio transformado ya en calabaza y con las ruedas destrozadas. Nadie ayuda a esta princesa de cuento de hadas, sino que la rodea un grupo de paparazzi que aún no han podido quitarse el casco tras una salvaje persecución. Tras ellos, los fascinados turistas inmortalizan la escena con sus smartphones.

Quien tenga intención de visitar «Dismaland», la última instalación del artista británico Banksy en la costa oeste de Inglaterra, tiene que ir mentalizado para contemplar un desfile del horror y el absurdo. En lugar de un parque de atracciones al uso, en este hay una noria miserable que no funciona, mientras que en el carrusel puede verse un caballito colgado de sus propias patas, y junto a él a un carnicero con el cuchillo en mano sentado sobre una caja en la que se lee «lasaña».

Hay globos negros con la inscripción «soy idiota», o un póster que recuerda cuántas personas mueren estando bajo custodia policial. En un estanque deambulan pequeñas embarcaciones llenas de refugiados, mientras que los altavoces emiten permanentemente una molesta melodía, interrumpida por chirriantes advertencias de crueldades, violencia y la vida en general.

¿Qué sentido tiene todo esto? «Se trata de un festival de arte, ocio y anarquía para principiantes«, explicaba el escurridizo Banksy al diario inglés The Guardian en una de las escasas entrevistas que concede, como siempre preservando su verdadera identidad. «Dismaland» es un lugar «en el que poder entrar en contacto de forma sencilla con la contracultura«, agregaba este icono del street art. En esta nueva instalación, Banksy muestra esculturas y obras suyas y de unos 60 colegas, entre ellos grandes nombres como Damien Hirst.

Banksy no habría podido elegir un lugar mejor para «Dismaland» que esta zona de baño venida a menos y llena de hormigón en Weston-super-Mare, una localidad costera un tanto triste cercana a Bristol. Allí hace tiempo que no sucedía nada, mientras que ahora, cientos de personas esperan pacientes su turno para entrar. No sorprende, por tanto, que la ciudad haya apoyado la muestra, de la que hasta su reciente inauguración ni siquiera los vecinos habían oído hablar. Pensaban que estaban construyendo los decorados para una película.

El público que acude a «Dismaland», que estará abierta hasta el 27 de septiembre, es un público joven, atraído por el nombre de Banksy. Las entradas para algunos de los días ya están agotadas y poco antes del cierre, la instalación contará con la actuación de las Pussy Riot y Massive Attack. Entre quienes se acercan aquí también hay familias, aunque el artista dejó claro que su particular parque de atracciones «no es adecuado» para niños.

Las referencias al parque de atracciones de Disney están por todas partes, desde el nombre («dismal» significa deprimente, lúgubre) hasta el gris y deslucido palacio tras el que se accidenta Cenicienta. Antes de llegar allí, «saluda» una deformada sirenita llamada Ariel, sentada sobre una roca. Los ayudantes, enfundados en chalecos rosas, llevan orejas de Mickey Mouse, tienen cara de aburrimiento e instan a los visitantes a la entrada a no sonreír.

La tétrica voz del personal y de las «atracciones» surte efecto: los rostros del público son llamativamente serios mientras disparan contra latas con escopetas cuyo alcance es demasiado corto o intentan pescar en torno a un pelícano bañado en petróleo. Y la prensa también se ha mostrado hasta ahora entusiasmada con este escenario surreal: «hilarante, en ocasiones iluminador y en otras chocante hasta contener el aliento«, sentenciaba The Guardian. «Profundamente desconcertante… pero curiosamente entretenido«, decía The Independent.

¿Y los visitantes? «No está mal«, responde una mexicana llamada Kia, esforzándose por parecer tan indiferente como los empleados. «La entrada es barata«. Un ticket cuesta tres libras, unos 4,20 euros (4,73 dólares). Después, Kia hace una mueca y murmura «es fantástico», mientras se fotografía junto a una muñeca que, como en el clásico de Hitchcock, es presa de una bandada de pájaros.

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