Los búnkeres de la Guerra Fría, un viaje al pasado en Alemania

Diferentes excursiones permiten conocer los refugios gubernamentales ocultos bajo tierra utilizados entre los años 60 y 80. Fotos

En el centro de mando de la instalación subterránea, las agujas del reloj marcan las 12 menos cinco, la hora que simbolizaba la gravedad de la situación durante la Guerra Fría. [ Ver fotogalería ]

Ficha

Región: ,

Cuándo ir:

Ideal para: ,

Fuente: dpa

Los visitantes suben escalón por escalón hacia el interior de la montaña. Un aire frío les envuelve. Las opacas lámparas esparcen poca luz. «Estamos haciendo un viaje a través del tiempo hacia el pasado, hacia los tiempos de la Guerra Fría, entre 1960 y finales de los 80″, explica el guía, Harald Röhling, en lo que alguna vez fue el lugar de refugio ultrasecreto del gobierno del estado de Renania del Norte-Westfalia, en el oeste de Alemania.

En el silencioso valle del río Gillesbach, cerca de la pequeña ciudad de Kall, en el parque nacional Eifel, Röhling organiza con frecuencia excursiones a los búnkeres. Cuando en verano el termómetro afuera indica 30 grados, detrás del hormigón armado de un grosor de tres metros la temperatura siempre es de siete grados. Sin embargo, no solo la baja temperatura hace que el visitante sienta una y otra vez un escalofrío en la espalda.

«Los 100 cuartos estaban diseñados para que el primer ministro y unos 100 altos funcionarios del gobierno regional pudiesen permanecer hasta 30 días en el búnker en el caso de que explotara una bomba atómica en Renania del Norte-Westfalia», explica Röhling. De 1966 a 1989 se realizaban cada dos años simulacros para estar preparados para el peor de los casos.

Durante casi 30 años se mantuvo listo para entrar en funcionamiento este búnker de cuatro pisos empotrado en la pendiente de una montaña. La obra perdió relevancia después del fin de la Guerra Fría y la reunificación alemana. El gobierno regional vendió la instalación con el nombre en clave «Warnamt Eifel» (puesto de alarma Eifel) a la familia Röhling, que la abrió al público como centro de documentación. «Mi abuelo era uno de los que tenían su lugar asegurado en este refugio. Él vivía en la casa de quienes gestionaban la instalación. Por esta razón, mi familia tiene una relación especial con el búnker», relata Röhling.

También Michaela Karle está fascinada con los búnkeres del Eifel. Esta historiadora y politóloga ha estudiado profundamente la historia de los refugios nucleares y actualmente organiza desde la localidad de Bad Neuenahr-Ahrweiler excursiones a los búnkeres del Eifel que duran todo un día. «Durante la Guerra Fría se construyeron numerosos búnkeres en el Eifel. Este paisaje tiene tantos agujeros como un queso suizo», dice Karle.

La excursión va desde el búnker del gobierno alemán en Ahrtal hasta el búnker del gobierno regional de Renania del Norte-Westfalia en Kall, y de la antigua estación emisora del gobierno federal, situada sobre la localidad de Kirspenich, hasta el refugio del Banco Regional de Renania del Norte-Westfalia en Satzvey. La instalación más grande es el antiguo búnker del gobierno federal de Alemania, que se construyó a partir del año 1959 en dos antiguos túneles ferroviarios ubicados entre Ahrweiler y Marienthal. «Una ciudad subterránea para miles de habitantes», dice Karle.

A partir de 1971, el búnker estaba destinado a ser «el refugio de los órganos constitucionales de la República Federal de Alemania en tiempos de crisis y guerra». En el caso de una guerra nuclear, el presidente y el canciller de Alemania, así como los ministros y funcionarios de alto rango se habrían retirado a este búnker desde Bonn, la capital alemana de aquel entonces.  El laberinto subterráneo con sus pasillos y habitaciones parecidas a salas tenía una extensión de más de 17 kilómetros. En marzo de 2008 se inauguró el centro de documentación del búnker gubernamental. «Nosotros ofrecemos la oportunidad de palpar la Guerra Fría», dice Karl, la experta en búnkeres.

La exposición retrospectiva sobre la historia reciente de Alemania también permite formarse una idea de la técnica de ese entonces, como teléfonos con disco de marcar y teletipos de los que todavía cuelgan cintas de télex con el siguiente mensaje: «Compre cada semana cuatro buenas pieles cómodas xy 1234567890». «Esta frase en alemán contiene todos los caracteres de nuestro alfabeto, por lo que estaba apta para el test de funcionamiento», explica Karle. Durante el recorrido subterráneo guiado también se visitan las oficinas del presidente y el canciller, sus dormitorios, la enfermería, el estudio de televisión y la peluquería. En el centro de mando de la instalación subterránea, las agujas del reloj marcan las 12 menos cinco, la hora que simbolizaba la gravedad de la situación durante la Guerra Fría.

Galería de fotos

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

13 − seis =