MASSACHUSETTS / EE.UU.

36 horas en Martha’s Vineyard: Una isla de famosos, aborígenes y pescadores

En estas playas y acantilados de Massachusetts, Spielberg filmó «Tiburón». Hoy viven celebridades, comunidades aborígenes y pescadores.

Fue paraíso de hippies y artistas y hoy es un lugar predilecto de celebridades y presidentes. Foto: The New York Times / Travel [ Ver fotogalería ]

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Por Suzanne Carmick (The New York Times/Travel)

Martha’s Vineyard, que fue paraíso de hippies y artistas, hoy es un lugar predilecto de celebridades y presidentes. Su fama aumentó, sobre todo, desde que, hace cuatro décadas, Steven Spielberg lanzó su megaéxito Tiburón, filmado precisamente en Martha’s Vineyard.

Pero, si bien en verano los restaurantes, los transbordadores y el tráfico están al tope, la isla mantiene su belleza natural, rico patrimonio étnico, actividad cultural, y granjas y sitios de pesca. Oak Bluffs es uno de los principales puntos de llegada de los turistas. Desde su muelle, la verde extensión de Ocean Park se ve rodeada por casas victorianas: hace 130 años fue un centro vacacional y luego el Cottage City, un retiro metodista.

Cerca de allí, la música de la calesita Flying Horses, de 139 años de antigüedad, se oye por encima del estruendo de la avenida Circuit. En un oasis del vecindario, se encuentran el tabernáculo circular de hierro forjado, de 1879, y coloridas casitas de madera en un curioso estilo gótico rural. En el Museo Cottage, que es Monumento Histórico Nacional, hay muebles de época y materiales históricos.

Para nadar, la playa State en Nantucket Sound; para comer sushi, Lookout Tavern (desde US$ 10); ¿almejas enteras fritas? En Giordano’s (US$ 15). Y cerveza local Bad Martha’s y Offshore se consiguen bien frías en Jim’s Package Store.

Sobre Beach Road, entre Oak Bluffs y Edgartown, está el Gran Puente o Puente Jaws (que aparece en la película), desde donde se puede saltar al agua, cuando la marea está alta. Al otro lado de la ruta, sobre el estanque Sengekontacket, la gente va en kayaks y paddleboards o se dedica a la pesca de mariscos.

Para cenar, un restaurante de larga data, Red Cat Kitchen, también en Oak Bluffs, ofrece algunos favoritos, como el Island Fresca, mezcla de choclo, tomates, albahaca y queso parmesano, o novedades, como tomates fritos con ensalada de langosta. Menú para dos, con bebidas: US$ 125. El día puede cerrarse en Park Corner Bistro escuchando jazz o música acústica; y en Ritz, se puede bailar con grupos locales.

Para reponer fuerzas en el desayuno del segundo día, Art Cliff Diner es un comedor de 72 años de antigüedad, y Bull’s Eye sirve el pan tostado cubierto con almendras y a buen precio: el desayuno para dos cuesta US$ 25. Con energía renovada, un paseo por la isla pasa por el pueblo de West Tisbury.

Luego, el mercado de granjeros del viejo Grange Hall es donde los chefs, visitantes y residentes locales seleccionan los tesoros más frescos traídos desde unas cuarenta granjas: pescado ahumado, cremoso queso feta, vellón y hasta una alpaca. Del otro lado de la calle State, la Field Gallery es un escaparate para los artistas locales.

Rumbo al Oeste, el paisaje cambia a colinas ondulantes y vistas al agua, temas favoritos de Thomas Hart Benton, el pintor que se inspiró durante más de 50 años de veranos allí. Y en el extremo, surge el pueblo de Aquinnah, nombre de la tierra de la tribu wampanoag, a la que los colonos ingleses llamaron Gay Head, por sus coloridos acantilados de arcilla.

Desde el mirador, la vista del Aquinnah Circle es dramática: los acantilados lloran arcilla hacia la playa, que está cubierta con enormes rocas depositadas por los glaciares en retirada. Está allí el Faro de Gay Head, y como premio a una caminata cuesta abajo sobre una senda panorámica, se llega a la playa Moshup, donde se permite nadar desnudo.

La reserva Great Rock Bight lo tiene todo: excursionismo, vistas, playa y natación. El sendero circular de 2,4 km serpentea entre un terreno con bosques de hayas y vistas espectaculares hacia el otro lado de Vineyard Sound y Elizabeth Islands. La Senda Patrimonial Afroamericana Vineyard conduce a la playa; con unas enérgicas brazadas se puede llegar hasta la Gran Roca ¡y treparla!

La histórica localidad portuaria de Menemsha es el corazón de la industria pesquera comercial de la isla. Dos mercados de mariscos están sobre el muelle Dutcher. Se puede disfrutar de una sopa de almejas sobre la cubierta de Home Port (US$ 8), o de una humeante langosta (US$16) en Larsen’s Fish Market. A unos pasos de allí, la playa es un lugar ideal para ver los atardeceres.

Otra alternativa gastronómica puede ser el restaurante Right Fork Diner, que está junto al campo aéreo Katama, en el extremo sureste de la isla. Sea adentro o en la cubierta, hay excelentes vistas de la actividad de los biplanos y los campos de pasto. Pero, más allá de este atractivo visual, los panqueques de arándano con suero de leche (US$ 12) y el PBLT (cerdo ahumado, tomate, lechuga y aceite de oliva y ajo, en pan de levadura, US$ 12) son los principales atractivos del lugar.

Cerca, la playa South Beach atrae una multitud, con su poderoso oleaje y el ocasional avistamiento de focas. Y desde South Beach se puede llegar caminando hasta Chappaquiddick, que durante siglos ha sido intermitentemente una isla por las fluctuaciones en los patrones de la marea.

En abril de 2015, la playabarrera finalmente se fusionó con “Chappy” –como familiarmente se conoce a Chappaquiddick–, lo que permite el paso peatonal y de vehículos. En el pequeño pueblo de Edgartown, también hay muelle y faro, y en Among the Flowers Café, se ofrecen comidas frescas combinadas con ensaladas como la Powerhouse (repollo, espinaca, bayas, almendras y queso feta, US$ 12), tortillas de huevo, sándwiches y más, en un ambiente relajado.

Gran parte del centro de esta localidad es Monumento Histórico Nacional. La industria ballenera prosperó en Edgartown entre 1820 y 1865, cuando se construyeron estructuras tan majestuosas como la Antigua Iglesia Ballenera y la adyacente Casa Dr. Daniel Fisher. Esta contrasta con el humilde Museo Casa Vincent detrás de ella, de alrededor de 1672. El Museo Martha’s Vineyard tiene muchas exhibiciones excelentes que muestran la historia de la isla. Y si se transita la calle North Water hacia el Harbor View Hotel, se apreciarán el Faro Edgartown y el puerto, perfectos para las fotos.

 

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