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Los jóvenes reinventan el Chinatown de Nueva York

Cada vez hay más bares, galerías y cafés elegantes que se mezclan entre los tradicionales supermercados chinos y los restaurantes de «dim sum».

Escena callejera en Chinatown, en el distrito de Manhattan, Nueva York. Foto: Christina Horsten/dpa [ Ver fotogalería ]

Allí donde la isla se ahueca hacia el sureste, en pleno centro del distrito de Manhattan, comienza un mundo aparte. «Welcome to Chinatown», bienvenido a Chinatown, anuncia el letrero de neón sobre la calle Canal Street, principal arteria del barrio y frontera entre un mundo occidental y otro auténticamente oriental. Los carteles cambian repentinamente de idioma, del inglés al mandarín. A lo largo de la calle, vendedores ambulantes pregonan su mercancía: col chino, jengibre, frutas exóticas, cangrejos medio vivos y langostas.

La otra cara del comercio está representada por los salones de masajes y los restaurantes orientales que exhiben con orgullo patos y pollos colgados en los escaparates. En los parques y plazas se puede observar a personas mayores practicando tai chi, bailando en parejas o, de acuerdo a una milenaria tradición, paseando con sus aves enjauladas. La melodía chirriante de un erhu, un instrumento de cuerdas similar al violín, se percibe por encima de un escenario neblinoso de ruidos y aromas.

Con alrededor de 100.000 habitantes, el Chinatown de Manhattan es el barrio chino más grande de los EE.UU. y constituye la mayor comunidad china fuera de Asia en el hemisferio occidental. Los inmigrantes chinos comenzaron a llegar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor ya hacia mediados del siglo XIX. En la actualidad hay, sólo en Nueva York, casi una docena de barrios chinos, principalmente en Brooklyn y Queens. Pero el del sur de Manhattan, conocido a través de innumerables películas de Hollywood, sigue siendo el original y un punto casi infaltable de la lista de lugares de interés de casi todos los turistas que llegan a Nueva York.

Para Cynthia Koo, las calles de Chinatown son como una pequeña patria. Sus padres llegaron a Nueva York en los años 1980, escapando de la pobreza en el sur de China. «Mis padres no hablaban inglés, y, como vivían en Chinatown, tampoco tuvieron que aprenderlo. Mi infancia fue china, con programas de televisión chinos y música china». A los padres de Cynthia se les cumplió el «sueño americano», y finalmente compraron una casa y se mudaron a Brooklyn. Tan pronto como pudo, Cynthia volvió a Chinatown, esta vez para vivir con su novio, Valentino Wong, que también pasó parte de su infancia en el famoso barrio chino.

«Es como estar en casa», comenta la joven. «Les pasa a muchos, hay algo que nos trae de vuelta a Chinatown». Wong asiente: «Nos encanta vivir aquí». Los inmigrantes chinos fueron discriminados durante décadas no permitiéndoseles, por ejemplo, comprar inmuebles. Al cambiar la ley a mediados del siglo XX, muchos de ellos adquirieron calles enteras del actual Chinatown.

Muchas de estas propiedades siguen estando en manos de familias chinas, probablemente la razón principal por la que el barrio conserva su autenticidad y aún no ha sido invadido por torres residenciales de lujo como muchos otros distritos que lo rodean. Sin embargo, el laberíntico barrio también está cambiando. «En este momento, Chinatown se caracteriza por su volatilidad», señala Cynthia, de 31 años. «Los restaurantes abren para cerrar un año después».

Cada vez hay más bares, galerías y cafés elegantes que se mezclan entre los tradicionales supermercados chinos y los restaurantes de «dim sum». La zona, considerada barata y sucia en el pasado, se está convirtiendo en uno de los nuevos barrios de culto de la gran metrópoli. Por un lado, debido a los nuevos residentes no chinos, por otro, y esta es la gran diferencia con la mayoría de las demás zonas de Nueva York, debido a los jóvenes chinos que vuelven a su barrio de origen.

«Muchos jóvenes que crecieron en Chinatown ahora regresan y hacen negocios aquí», asegura Cynthia. «Todas estas tiendas de moda con helados o postres dulces son de gente que pasó su infancia en Chinatown”. Éste es también el caso de Cynthia Koo: bajo el nombre de «Wonton in a Million» (Wantán en un millón) vende por Internet pegatinas y otros productos con simpáticas caritas dibujadas dentro de un contorno que simula la forma de las tradicionales bolas de pasta rellena.

Koo tuvo tanto éxito que en 2017 dejó su trabajo y desde entonces se dedica por completo a dirigir su propia firma desde su apartamento en Chinatown. «Hay toda una generación de jóvenes chinos que se preocupan por su barrio y que quieren revivir o construir algo aquí. Todos nos conocemos, nos ayudamos y estamos dedicados a la misma meta: mantener vivo el interés por Chinatown y preservar el barrio para la comunidad china», subraya.

Los jóvenes de Chinatown, como Cynthia Koo, fundan empresas que promocionan y venden sus productos a través de Instagram, o bien reviven los negocios de sus padres y abuelos. Los resultados de este trabajo se pueden ver en casi todas las esquinas: El restaurante Nom Wah Tea Parlor y la tienda más antigua del distrito, Wing on Wo & Co, por ejemplo, eran negocios familiares venidos a menos hasta que llegó la generación más joven y los modernizó. Hoy en día son tiendas que por su originalidad sirven de escenario para las fotografías de prestigiosas revistas de moda.

Paul Eng también ha vuelto a su antiguo barrio con un proyecto propio. El fotógrafo pasó su infancia y adolescencia en Chinatown y luego vivió en Moscú durante mucho tiempo. Allí conoció a su esposa, Marina, con la que tiene dos hijas. Cuando regresaron a Chinatown, la tienda de tofu en la calle Mott Street, dirigida por su familia durante tres generaciones, estaba a punto de cerrar. «Nunca nos hemos expandido más allá de Chinatown, nuestro tofu era siempre fresco del día. ‘¿Quieres una porción? Aquí tienes un pote, ¿o prefieres un cubo?'»

Eng explica que la tienda y algunos edificios en Chinatown eran el soporte de su familia para la vejez. Él mismo nunca quiso tener nada que ver con el tofu, pero luego cambió de opinión y ahora está a punto de reinaugurar la tienda. El concepto del nuevo local será más moderno: el tofu será elaborado según la antigua receta familiar, pero ya no en cubos, sino presentado como exquisito postre dulce con almíbar, cobertura crocante y frutas. «La verdad es que las cosas se fueron dando solas. Hago esto ahora porque me garantiza una estabilidad que necesito teniendo aún dos niñas pequeñas. Mi familia ha insistido mucho en que lo hiciera y estoy contento de poder darles una alegría, pero lo hago especialmente por mí, por mi mujer, por mis hijas y por su futuro», comenta Eng.

DS/DPA

 

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