La antigua Montevideo no pierde su encanto

Entre antiguas construcciones y nuevos atractivos culturales y gastronómicos, la capital uruguaya revive sin perder su historia.

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Por Ismael Grau (dpa)

En menos de un centenar de manzanas conviven casas antiguas transformadas en museos, murallones de la época colonial, edificios modernos que albergan sedes bancarias y nuevos bares o «boliches» que congregan cada noche a centenares de personas, muchas de ellas turistas extranjeros.

Es la Ciudad Vieja, la zona más antigua de la capital uruguaya, Montevideo, que en los últimos años se transformó en uno de los puntos más atractivos por su actividad cultural y gastronómica, y por ser además un paseo hacia la historia de la época colonial y los albores de la vida de Uruguay como país independiente.

En 1724 los españoles iniciaron la fundación de Montevideo pensando en ella como un bastión militar para detener el avance de los portugueses en tierras americanas, y, al mismo tiempo, para vigilar a las flotas piratas en su incursión por el río de la Plata.

El propósito militar de su fundación caracterizó a Montevideo como una ciudad-fuerte. Desde allí se extendió la ciudad, que es el corazón de un pequeño departamento (provincia) del mismo nombre, con 530 kilómetros cuadrados, la mayor parte con áreas rurales. En esta capital reside algo más de la mitad de los 3,3 millones de uruguayos.

La Ciudad Vieja fue identificada desde mediados del siglo pasado como la zona financiera del país porque allí tienen sus sedes los principales bancos. Pero ahora, con más de 50 «boliches» y cerca de una decena de restaurantes, a esa actividad se agregó ahora una «movida» gastronómica y cultural que convive allí con edificaciones de la época colonial.

Frente a la denominada Plaza Matríz se erige la Iglesia de la Inmaculada Concepción. Su construcción comenzó en 1790 y concluyó en 1804, aunque experimentó modificaciones y reparaciones diversas desde entonces, algunas de ellas a causa de los daños producidos por las invasiones inglesas a las colonias españolas del Río de la Plata, a comienzos del siglo XIX. Esa iglesia es uno de los símbolos característicos del Montevideo antiguo y está dedicada a los santos tutelares de la ciudad: San Felipe y San Santiago.

Otra construcción emblemática de la Ciudad Vieja es el Teatro Solís, que debe su nombre al descubridor del río de la Plata (1536), el español Juan Díaz de Solís.

Edificado entre 1842 y 1856 sobre una cañada -lo que le da una acústica excepcional-, también sufrió el paso de los años, pero desde 2004 luce remozado tras una obra de restauración que le devolvió su esplendor original. El Solís acoge ahora a las principales compañías nacionales de teatro y música, y también a espectáculos internacionales y artistas populares uruguayos.

Para los turistas que quieren acercarse a la historia, son varias las construcciones de la ciudad antigua que siguen en pie. A pocos metros del Teatro Solís, y frente al río de la Plata, se emplaza el Templo Inglés, una iglesia anglicana construida en 1844. Muy cerca está el Cubo del Sur, límite amurallado de la vieja ciudad colonial fortificada, donde lucen aún restos del murallón de la Batería de San Sebastián levantada en el siglo XVIII.

Hacia el otro lado de la bahía montevideana, pero aún dentro de la Ciudad Vieja, se emplaza el Mercado del Puerto. Se trata de un pintoresco espacio gastronómico que atrae a turistas extranjeros por las típicas carnes asadas de Uruguay y los espectáculos artísticos callejeros, pintores ambulantes y exhibiciones de candombe, un ritmo de tambores característico del país con raíz africana.

Vista de la peatonal Sarandí en el corazón de la Ciudad Vieja. Foto DPA / Ismael Grau

También son atractivas algunas casas centenarias que albergan historia pura del Uruguay. La casa del general Fructuoso Rivera, el primer presidente constitucional del país (1830-1834), por ejemplo, se emplaza en el corazón de la Ciudad Vieja, y es ahora sede del Museo Histórico Nacional.

A su vez, la que fuera la casa de un acaudalado comerciante del antiguo Montevideo, Antonio Montero, es desde 1964 el Museo Romántico. Construida en 1782, evoca las costumbres y gustos de la alta sociedad uruguaya del último tramo del siglo XIX. Porcelanas, platería, retratos, mobilario y otros artículos de uso personal pertenecientes a diversas familias retrotraen al visitante a aquella época.

En la esquina de las calles Zabala y Rincón se destaca la fachada de la que fuera sede de la empresa inglesa Water & Cía. Como en otros servicios básicos del Montevideo antiguo -gas, tranvías, etcétera-, las inversiones de ese origen eran parte del paisaje corriente de la época. Y de la historia viva de la Ciudad Vieja.

En las calles peatonales que cruzan la zona, artesanos y músicos y otros artistas ambulantes dan un toque festivo a la ciudad. Nuevos establecimientos gastronómicos, muchos de los cuales ofrecen espectáculos en vivo, son un punto de atracción por las noches.

 

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