Tres días en Johannesburgo
Atravesó la fiebre del oro, el apartheid, la transición hacia la democracia y renació con el Mundial 2010. Fotos
Centro urbano. Una vieja playa de estacionamiento del centro se convirtió en un colorido mercado de comidas y artículos de moda. [ Ver fotogalería ]
Por Rachel B. Doyle (*)
Los turistas que pasan de largo Johannesburgo y van directo a Ciudad del Cabo o a los safaris se pierden una de las metrópolis más emocionantes de África. Esta ciudad surgida de la fiebre del oro sufrió las repercusiones del apartheid, pero la revitalización que vino después de que Sudáfrica fuera sede de la Copa Mundial de Fútbol 2010 ha florecido.
Con una importante cirugía estética de la infraestructura citadina –incluyendo el sistema de trenes de tránsito masivo Gautrain– Johannesburgo está mostrando sus virtudes y superando sus vicios. En la actualidad, jóvenes de distintos grupos trabajan para reformar el lugar, aprovechando una fuente de energía creativa y espíritu empresarial. Nuevas atracciones parecen sumarse cada dos o tres meses en este enclave de cambios rápidos.
Primer día: puro arte
Johannesburgo alberga uno de los paisajes artísticos más vibrantes del continente. El Museo de Arte Wits presenta una amplia colección de obras de arte africanas en tres edificios adyacentes (una ex gasolinera, una agencia de autos y una escuela de odontología) remodelados con elegancia.
La destacada joya arquitectónica, Circa on Jellicoe es una galería multimedia que fue creada para asemejarse a un encierro de ganado, mientras que la Goodman, con estructura de fortaleza, representa a muchos de los principales artistas del país. Por la noche, en Kitchener’s Carvery Bar se reúnen elegantes veinteañeros para bailar al ritmo R&B de la década de 1990 y brindar con cerveza. Este pub relajado data de hace más de un siglo y combina libros y una mezcla de música hip-hop, house y ritmos afro.
Segundo día: apartheid y deportes
El grupo Main Street Walks ofrece recorridos por el Distrito Comercial Central de Johannesburgo para demostrar que el área de la que huyeron muchos negocios durante la transición a la democracia, en la década de 1990, ya no es el sitio que solía ser, sino una sección fascinante del paisaje del centro. Los tours parten del edificio Arts on Main, exploran los miles de hitos gubernamentales del área, la colorida Diagonal Street, un bazar de libros usados de ocho niveles y admiran el horizonte desde el piso 50º del Carlton Center, el edificio más alto de África, por ahora.
En la ventanilla del Museo del apartheid se asigna a los visitantes aleatoriamente una raza y se les pide que entren por distintos molinetes: uno para blancos y otro para los demás. Una vez dentro, extensas –y a menudo devastadoras– exhibiciones multimedia exploran las fuerzas sociales y políticas que provocaron el apartheid, sus características y violenta caída, y el emocionante y arduo logro de la democracia.
En Sudáfrica la gente no sólo sigue intensamente los deportes, que son transformadores. Al rugby se le atribuyó haber ayudado a que el país se uniera después del fin del apartheid, mientras que el Mundial de Fútbol de 2010 mostró al mundo qué tanto había progresado esta sociedad alguna vez dividida. Asistir a un partido de rugby en el Ellis Park o a uno de fútbol en el Estadio FNB es imperativo. Imagínese caras pintadas, una multitud frenética y, por supuesto, vuvuzelas, las estridentes cornetas presentes en todos los eventos locales.
Con su deliciosa comida bistró de influencia asiática, Attic es uno de los restaurantes más encantadores y casuales de la ciudad. Platos como fetuccini de cangrejo de Mozambique o atún con miso se sirven en generosas porciones. Deje espacio para postres inspirados como panna cotta de cardamomo con gelatina de café. Luego, si tiene ganas de un club a gran escala, vaya a Bassline, visto como el mejor sitio para escuchar jazz, hip-hop y reggae, y estilos locales como kwaito, que fusiona música house con ritmos africanos.
Tercer día: el origen
Pida una mesa en la terraza de Salvation Cafe, un reverenciado sitio en el elegante complejo de almacenes 44 Stanley. Luego de un poco de queso “halloumi” y pan tostado con pesto, recorra el laberinto de tiendas y galerías del edificio de la década de 1930.
El término Patrimonio de la Humanidad nunca se sintió más apropiado que en la Cuna de la Humanidad, donde se excavaron muchos fósiles de homínidos. Los hallazgos más espectaculares se hicieron en las fantasmales cuevas Sterkfontein, a 48 kilómetros de la ciudad, donde un esqueleto casi completo de Australopithecus fue descubierto. Luego de caminar agachado y serpentear entre espacios angostos, los guías narran la abundancia de fósiles encontrados allí, y señalan rarezas naturales como una estalactita que se parece a un elefante, un lago subterráneo de gran profundidad y una columna que tiene la forma de África.
CONOCÉ JOHANNESBURGO EN FOTOS
(*) The New York Times / Travel. Nota publicada en el Diario PERFIL el sábado 10 de noviembre de 2012