Verano y playa verde en el Conurbano «cheto»
San Isidro es un atractivo en temporada alta: costa, reserva ecológica y deportes. Fotos.
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Por Alejandro Grimoldi / Fotos: Tomás Gorostiaga (*)
Para la idiosincrasia nac&pop, San Isidro es por excelencia el hogar de los “chetos”, del “chetaje”. Ahí vive la gente bien, que no conoce “la calle” e ignora los códigos del Buenos Aires “auténtico”, que por alguna misteriosa razón es más digno, más romántico y más argentino. Hasta el propio Fernando Peña, vecino del barrio, había acuñado ese estereotipo en el personaje de Martín Revoira Lynch, un sanisidrense a ultranza que, desde la vereda opuesta, confirmaba esta imagen sesgada. De más decir que es todo una patraña, una representación que busca hacer algo odioso del que es uno de los más lindos y tradicionales barrios de todo el Conurbano.
El partido de San Isidro es grande. Y si bien comprende zonas que quedan al oeste de la Panamericana, como Villa Adelina y Boulogne, su parte más conocida, la más característica, se ubica al este, junto al Río de la Plata. Ahí nace la historia del barrio. En el siglo XIX, las familias aristocráticas comenzaron a elegirlo para ubicar sus quintas de fin de semana y de vacaciones, muchas de las cuales sobreviven y hasta pueden visitarse todavía hoy. El edificio del colegio San Juan El Precursor, a la vuelta de la Catedral de San Isidro, era, por ejemplo, la casa veraniega de los Anchorena. Y más hacia el norte se encuentra la famosa Villa Ocampo. Está abierta al público y puede uno ir a tomar el té en los jardines donde hace menos de un siglo lo hacían Borges, Eduardo Mallea o la propia Victoria Ocampo.
Pero esas quintas ya no son hogares esporádicos, dispersos por el arrabal. La forma y la ubicación de su terreno, que desciende hacia el Río de la Plata desde el borde de la meseta en la que se erige San Isidro, es replicada interrumpidamente por cientos de casas, modernas y antiguas, desde la avenida Paraná, que marca el límite sur, hasta el límite norte, en la calle Uruguay, y más allá. Todos esos jardines se asoman al río, que es un elemento esencial del paisaje y la vida sanisidrenses.
En el bajo, las casas son más simples, el barrio es más sencillo, pero casi no hay parte que no ofrezca alguna actividad o atracción. De por sí, las sucesivas avenidas que bordean la costa conforman un largo paseo por el que la gente camina, trota, patina o maneja. Jalonan el recorrido diversos lugares donde hacer de todo. Primero la playa –que en realidad no es tal porque no tiene arena–, siempre concurrida, que empalma con el paseo costero de Vicente López. Ahí se toma mate, se toca la guitarra, se pasea junto al río mirando los veleros y el atardecer. Avanzando hacia el norte, frente a la estación Barrancas, está Perú Beach, que es uno de los centros de actividad juvenil. Locales de ropa, canchas de fútbol y de hockey sobre patines, pero sobre todo un parador donde tomarse un trago frente al río y al espectáculo que ofrecen decenas de surfistas que surcan las olas aferrados a una vela o un barrilete. Uno mismo puede tomar una clase de windsurf o alquilar un kayak para pasear por el agua.
Justo a esa altura comienzan las 50 hectáreas de la Reserva Ecológica Municipal, que se extiende entre la estación Barrancas y San Isidro del Tren de la Costa, detrás de la avenida La Ribera, hacia el lado del río. Es un paseo similar al de la Reserva de Costanera Sur, aunque bastante más chico. Además de una fauna que cuenta unas 200 especies entre mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, tiene la interesante cualidad de mostrar cómo era originalmente la costa del Río de la Plata, tal como la conocieron los españoles, sin la más mínima alteración urbana.
Más cerca de la vía el camino se va poblando de bares y restaurantes, que se concentran cerca de la avenida Primera Junta y desde la estación de San Isidro del Tren de la Costa hacia el río. La afluencia está convirtiendo la zona en un polo gastronómico, llegan algunas cadenas y a los restaurantes tradicionales se suman algunos más nuevos, más jóvenes. Hay mucho lugar afuera, así que es ideal para las noches de verano.
Por el lado de arriba, sobre la meseta, corre la Avenida del Libertador, que tiene por aquí uno de sus trechos más lindos. Todo su recorrido está profusamente arbolado. Como el río, los árboles son otra característica general del distrito. Desde el bajo hasta las avenidas Santa Fe y Centenario, no hay vereda sin troncos y copas verdes. Los árboles dan a toda la zona una unidad, una sombra y una calidez característica.
A lo largo de la avenida hay lugares más o menos emblemáticos, sobre todo restaurantes y heladerías, pero San Isidro tiene su corazón, su esencia y su parte más hermosa en el centro, en su pequeño casco histórico. Cuando Libertador cruza Roque Sáenz Peña, el asfalto es reemplazado por adoquines y comienza el barrio de San Isidro propiamente dicho. En esa esquina está el tradicional CASI (Club Atlético San Isidro), y unas cuadras más adentro se encuentra la espléndida Catedral de San Isidro Labrador, levantada por primera vez en el siglo XVII por orden de Domingo de Acassuso, que da nombre al barrio contiguo.
La Catedral está ubicada frente a la Plaza Mitre, que desciende la barranca.
Este es el núcleo del barrio y el centro del fin de semana, no sólo por la misa del domingo, que convoca a los muchos católicos sanisidrenses, sino por la multitud de boliches y por la feria de artesanías que se monta en la plaza, a menudo musicalizada por bandas de turno. Los alrededores conservan adoquines y varias casas coloniales, algunas imponentes. En sí mismo, todo San Isidro conforma un sitio histórico, no tan nutrido como el de San Telmo, pero sí menos céntrico, más suburbano, más arbolado y, acaso por eso, tal vez más lindo.
(*) Publicado en la edición impresa de Diario PERFIL
muy paquete
Re-lindo!!!!!!!!!!! para disfrutar siempre!!!!!!!!!!!!
Muy buena la descripciòn de San Isidro. En lo que respecta al Bajo faltò mencionar la Escuela de WindSurf del Aguila en Martìnez, y Alvear Abajo. El Camino del Tren de la Costa dònde la gente puede ir a caminar, o andar en rollers, o bici y que llega a Olivos dònde està la terminal del Tren. La senda peatonal de Eduardo Costa, una de las calles màs hermosas de la zona, paralela a las vìas del Mitre y cubierta por las Tipas que se abrazan de vereda a vereda. El Hipòdromo con sus 5,5 Kms. de veredas verdes. Los Restaurantes que estàn en los Viejos Studs a lo largo de Dardo Rocha. La calle Primera Junta en el extremo opuesto a la entrada al CASI, otra belleza pintoresca que baja al rìo. Y sin ninguna duda SAN ISIDRO no tiene comparaciòn con ningùn otro sitio, ES UNICO!!