Un paraíso acuático en Las Bahamas

Un verdadero waterworld ocupa 500 hectáreas en una isla de las Antillas. Fotogalería.

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Por Alejandro Bellotti (*)

Los españoles que desembarcaron en 1492 en las costas de lo que hoy se conoce como Bahamas no corrieron con nuestra suerte, cinco siglos después, de arribar plácidamente desde el aire. El espectáculo que ofrece la infinidad de lengüetas de tierra teñidas por el verde esmeralda del agua es verdaderamente espléndido.

Bahamas es un extenso archipiélago formado por setecientas islas que reposan en el margen oeste del océano Atlántico, al norte de Cuba, frente a Florida. La puerta de entrada al país es Nassau, la capital, conocida por sus servicios financieros, segunda actividad en importancia detrás del turismo, el cual representa el 60 por ciento del PBI y emplea la mitad de la mano de obra del archipiélago.

El Paraíso

Son dos las maneras convencionales de llegar a Nassau: por agua, en los cruceros que parten –en su mayoría– de Miami, y por avión (Copa inauguró una ruta desde Panamá, evitando así tener que hacerlo con visado desde EE.UU.).

En ambos casos, quienes llegan a la capital lo hacen con un único propósito: pasar el día u hospedarse en el Atlantis Paradise Island, un colosal complejo hotelero construido sobre 500 hectáreas de cocotales y arena blanca, rodeado de agua cristalina y arrecifes de coral.

El Atlantis, que ocupa a unos 8 mil bahamenses en sus instalaciones –más de la plantilla total del Estado nacional–, tiene unas 2.300 habitaciones dispuestas en seis edificios. Desde el puerto o la terminal aérea, el viaje hasta el hotel dura veinte minutos en taxi (US$ 60). La primera impresión del viajero que se enfrenta al Atlantis es de asombro. Ver media docena de torres elevarse por sobre la edificación monocorde de la isla desconcierta. Adentro, la sorpresa será mayor.

Atlantis es una verdadera ciudadela acuática. Se huele, se escucha, se ve agua por todas partes. Para quienes disfruten de los deportes acuáticos, éste es su lugar en el mundo. Aquí podrán nadar con delfines (desde US$ 130), hacer snorkel en las ruinas del hotel, donde conviven más de 50 mil criaturas marinas (US$ 89), bucear con tiburones (US$ 155), nadar en las 11 piscinas del complejo, divertirse en Aquaventure (gratis para los huéspedes), un parque acuático de 57 hectáreas con toboganes de alta velocidad y paseos por ríos con rápidos y olas, o disfrutar de las magníficas playas. El hotel cuenta también con cancha de golf, spa, gimnasio, casino, cine-teatro, juegos infantiles y paseo de compras casi neoyorquino.

La elección

Para disfrutar al máximo el predio es indispensable elegir, entre las seis torres del complejo, el alojamiento para cada necesidad. Quienes vayan con amigos o en pareja (no se permiten niños en la piscina), la opción es The Cove (US$ 700 hasta cuatro personas) o The Reef (US$ 600 hasta cuatro personas). Tanto Coral (US$ 350 hasta cuatro personas) como Beach (US$ 300 hasta cuatro personas) son alternativas para los playeros. Harborside Resort (US$ 400 hasta cuatro personas), ubicado en la marina, cuenta con amplios y coloridos chalets con cocina. Royal Towers, en cambio, es el lugar donde se concentran el acuario, el casino, las discos (para adultos y adolescentes), el kids club y la mayoría de los restauranes. Sin dudas, la opción familiar.

Elegir dónde desayunar, almorzar o cenar entre los cuarenta restaurantes del hotel es una experiencia en sí misma. Mientras buscamos el restaurante deseado (mapa en mano), caminando por senderos que atraviesan un exuberante ambiente tropical, podemos toparnos con un río artificial atiborrado de peces martillo o cascadas profusas.

Desde locales de comida rápida hasta lujosos bistrós como Nobu, dirigido por el afamado chef japonés Nobu Matsuhisa, los precios varían, y mucho (de US$ 10 a US$ 500). Para la familia completa, la mejor opción es el plan de comidas del hotel (desde US$ 75 por adulto y US$ 29 por niño de 7 a 11 años; el más completo, US$ 130 por adulto y US$ 50 por niño). Los menores de 6 años no pagan.

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(*) Desde Bahamas. Nota publicada en el Diario Perfil el sábado 8 de diciembre de 2012

 

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