Miami Beach, mucho más que sol, playas y glamour
Es el lugar elegido para la gente de paso, muchos de los cuales se quedan para siempre. Fotos.
Una cabaña de socorrista en South Beach, Miami Beach, Florida. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]
Por Daniel García Marco (dpa)
Un promotor de un club nocturno deslizó en el pequeño bolso de mano de Paris Hilton un cheque de 100.000 dólares. A cambio, la famosa sin motivo aparente debía dejarse ver por allí el sábado por la noche, cuando muchos de los que durante el día exhiben sus cuerpos al sol de Miami Beach se tapan con sus mejores galas para que la hoguera de las vanidades sigua encendida aún tras la caída del sol.
El sol. Eso es Miami Beach, apenas un banco de arena en la costa de Florida que Henry Lum y su hijo Charles compraron al gobierno federal en 1870. A partir de ahí, sólo fue cuestión de construir la artificialidad.
La artificialidad. Eso es también Miami Beach, donde la apariencia es importante e impone formas de vida. ¿Fue eso lo que atrajo a los famosos o fueron las celebridades las que la impusieron?
Los famosos. También eso es Miami Beach, sólo superada por Los Angeles en la densidad de VIP’s por metro cuadrado. La cumbre es Star Island, un gueto de ricos y famosos de acceso restringido y una atracción turística (a cierta distancia) para el resto de la humanidad.
Allí disfrutan de casas, discreción y privacidad actores y cantantes como lo hizo el mafioso Al Capone en los años 20, cuando se produjo el boom de la playa como destino de vacaciones.
Vacaciones. También eso es Miami Beach. Los ricos y famosos tienen casa en Miami Beach por su clima, porque que sea enero o febrero no significa nada, apenas un reinicio del artificial conteo de días del calendario. Y por las playas de arena blanca y el agua transparente, tranquila y templada.
Por ello nacieron los pequeños y numerosos hoteles que hoy han sido renovados en el distrito Art Decó, un conjunto de casas bajas y tonos pastel que definen la imagen de marca de Miami Beach, que también es arquitectura. «La arquitectura define nuestra ciudad«, dice Michael Kinerk, presidente emérito de la Liga de Preservación del Diseño de Miami.
Y es que detrás del estereotipo hay más.
El diseño atrajo de nuevo a los visitantes en los años ’70 después de décadas en las que los hoteles se fueran deteriorando a la vez que la revolución de Fidel Castro atraía a medio millón de cubanos para convertir ya para siempre la playa y todo Miami en la capital latina de los Estados Unidos.
Por donde ahora se pasean famosos y turistas adinerados gracias a las inversiones realizadas en los años 80 y 90 para recuperar los pequeños hoteles boutique también desfilaron los soldados que de 1942 a 1945 «ocuparon» Miami Beach.
Cerca de 500.000 hombres, incluido Clark Gable, tomaron 300 hoteles y edificios como residencia y centros de práctica antes de la Segunda Guerra Mundial, lo que se dio en llamar como «el campo de entrenamiento más bonito de Estados Unidos». Nada que ver la arena de Normandía con la de Miami Beach.
La playa es un lugar tranquilo, exceptuando Ocean Drive, la calle principal repleta de hoteles y restaurantes no aptos para todos los precios. Por la noche se transforma con una enorme oferta de ocio, música y clubes, pero concentrados de tal manera que se distinga perfectamente la zona de fiesta de la residencial.
Miami Beach, como todas las playas, es un lugar relajado, de libertad y tolerancia, de ahí que la comunidad de gays y lesbianas sea amplia y bien asentada como actor social. Hay lugares de striptease (gays y no gays) en los que está prohibido beber alcohol, así que los visitantes se refrescan con un cóctel de frutas de los calores provocados por la bailarina o el bailarín.
Ese es uno de los pocos límites en Miami Beach, donde está permitido el top-less e incluso hay una zona nudista en la parte norte de la estrecha y alargada isla donde viven cerca de 90.000 personas y que está conectada a Miami por varios puentes («causeways»).
«Es el sitio en el que hay que estar«, repiten residentes, promotores inmobiliarios y camareros. Da igual que el centro de Miami y la nueva área financiera de Brickell Avenue, ambas en tierra firme, se estén desarrollando a gran ritmo y atrayendo a jóvenes profesionales.
A pesar de ello, Miami Beach es Miami Beach, el lugar elegido para la gente de paso, muchos de los cuales se quedan para siempre. «No me gustaba mucho al principio pero poco a poco te va atrapando«, cuenta Juan Carlos Arias, un español de 33 años que refleja una opinión coincidente en muchos.
No todos se amoldan a la cultura de mirar y ser mirado que impera, como en casi todos los sitios de sol y mar. Pero es que en la playa hay muchas cosas por hacer, incluido no ir a la playa.
«Hay más cultura de la que uno se cree«, asegura la francesa Sophie Dulles, de 34 años. «Y es una ciudad tan fácil y cómoda«, comparada con Europa. Por 15 dólares paga un abono mensual para usar las numerosas estaciones de bicicletas públicas que salpican la ciudad.
La Feria Art Basel, una de las más importantes de arte contemporáneo, tiene parada anual aquí para azuzar espíritus inquietos que no se conforman con la playa, el sol y la animada e incluso salvaje vida nocturna. Porque Miami Beach confirma y contradice el estereotipo.
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