Berlín, ciudad sin muros
Supo reinventarse y vestir con arte y modernidad un pasado que casi ningún rincón permite olvidar. Fotogalería.
La Puerta de Brandemburgo, de cerca, invadida por turistas de todo el mundo. Foto: Diario Perfil [ Ver fotogalería ]
Por Verónica Mariani (*)
La capital alemana no puede con su genio: necesita abarcar todos los frentes de las sensaciones humanas en una dimensión fácil de transitar y vivir bien en pocos días. Berlín es redundantemente monumental, historia viva a cada paso y un gigante europeo que merece estar en el top mundial de todos los viajeros de buena cepa. Por más pasado que tenga, la urbe es también gran presente, un símbolo del progreso, del avance moderno, y se renueva con el color y la rebeldía del arte y el diseño en cada una de sus arterias.
Los que tengan ganas de empezar con la Berlín imponente sólo tienen que tomar el curso de la Unter den Linden, que en alemán quiere decir “bajo los tilos”, por los árboles que la escoltan. No sólo es la avenida más importante, también alberga, o los toca de cerca, los monumentos y edificios más representativos. En ella se exhibe el legendario hotel Adlon y la Puerta de Brandemburgo, emblema de la reunificación de las dos partes de Berlín cuando el Muro cayó. Hoy, lo que abunda bajo la majestuosa puerta son turistas posando para las fotos, pero no deja de ser una parada obligatoria que además conecta con el parque Tiergarten, un pulmón verde tan grande que parece un bosque. Los lugareños y turistas lo eligen para hacer picnics y caminatas. En el corazón del parque se encuentra la Columna de la Victoria, una torre con una estatua en la cima a la que se puede acceder para ver el panorama. Y si los pies todavía tienen cuerda, cortando la plaza por la calle Hofjägerallee, se llega al Museo de la Bauhaus, situado en Klingelhöferstraße 14. Es un centro sumamente inspirador y un buen reflejo de su historia.
Otro vecino importante del parque es el Parlamento alemán, Reichstag, un actor esencial en varios momentos clave de la historia germana y mundial, al que ahora se puede acceder para subir a su cúpula y tener una vista privilegiada de la ciudad (la entrada es gratuita pero hay que reservar cupo previamente). La remodelación del Reichstag estuvo a cargo del arquitecto inglés Norman Foster, dato no menor para los que recorren el mundo buscando sus obras.
La parte posterior del Parlamento toca el río Spree, el único brazo acuático berlinés. Hay compañías de ferry que ofrecen tours por el río, pero se puede disfrutar su belleza y encontrar tesoros al seguir su curso a pie. Así encontramos la Catedral y la feria de antigüedades sobre la calle Reichstagufer, que abre todos los fines de semana. Allí hay novelas, libros de historia, vinilos, sombreros, vajilla, objetos de decoración de porcelana, latas, cajas y otros objetos, todos antiguos, que buscan una segunda oportunidad en una nueva casa.
Lo nuevo y lo viejo también se reúnen en la multifacética Potsdamer Platz, una plaza que une focos de atención tan importantes como contrastantes. Por un lado, los modernos edificios de una Berlín que renació a fines del último siglo; y por el otro, espacios para que nadie se olvide jamás de la historia que desgarró al mundo en dos. Entre otros, está el centro Topografías del Horror, con su parte del Muro que se conserva y que se usa como cartelera para presentar documentos y fotografías de la etapa nazi; y el Checkpoint Charlie, el paso fronterizo entre Berlín del Este y el entonces territorio estadounidense. Un último gigante imperdible es la Nueva Sinagoga, templo que sobrevivió a los hechos nefastos de la Segunda Guerra Mundial.
Toda la carga intensa que implica visitar la Berlín histórica se tamiza con las expresiones de arte callejero, las galerías dispersas en toda la ciudad, la gente en bicicleta, los souvenirs que se burlan de su propio pasado y hasta las personas, un verdadero crisol de razas. Berlín es así, un abanico de sensaciones que se entrega en cada cuadra. La clave es encontrarle el pliego que mejor se adecue a nuestros tiempos, intereses y ganas de conocer.
(*) Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL el sábado 16 de febrero de 2013
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