ESQUEL / PROVINCIA DE CHUBUT

Un destino para descubrir todo el año

Una opción de cuatro estaciones con escenarios perfectos para animarse a la acción. Fotogalería.

ATRAVESAR LA ESTEPA. A caballo en paseos guiados para toda la familia. Foto: Diario PERFIL [ Ver fotogalería ]

Por Laura Blanco (*)

Es como si se tratase de lugares distintos. El blanco se torna verde; el gris de los lagos, azul profundo y las nubes le ceden su espacio al sol. Si bien la Patagonia sigue siendo para muchos sinónimo de nieve, esquí y frío, en verano el Sur es igual o quizás más bello que en cualquier otra estación. Y Esquel es la ciudad ideal para descubrirlo. Bosques, lagos, estepa, cordillera y glaciares colgantes ofrecen un sinfín de actividades para quienes se decidan a dejar de lado (al menos por un tiempo) la playa y la sombrilla.

Aunque su nombre deriva de una voz tehuelche que significa “abrojo”, por las características de la flora local compuesta por arbustos espinosos, Esquel está rodeada de bosques y espejos de agua que contrastan con la aridez chubutense.

Con 35 mil habitantes, es la ciudad cordillerana más poblada de la provincia. No por eso deja de ser una comarca amable y tranquila, de casas bajas y cabañas alpinas. Además cuenta con una importante oferta hotelera y gastronómica. Hay opciones para todos los gustos y bolsillos: desde pintorescos hoteles hasta estancias y campings que hicieron que dejara de ser una ciudad “de paso” para convertirse en un destino turístico de primer nivel.

AL ALCANCE DE LA MANO

El Parque Nacional Los Alerces es una de las reservas más bellas del país, y lo sigue siendo pese al incendio de hace unos días, que pudo controlarse. De vegetación exuberante protege centenares de coihues, ñires, cipreses y lengas que rodean los lagos Futalaufquen, Verde y Menéndez. La estrella del área es El Abuelo, un ejemplar de alerce que supera los 52 metros de altura, tres metros de diámetro y más de 2.600 años de edad.

El parque puede recorrerse por agua –diariamente parten safaris lacustres desde el puerto Limonao– o a pie. Hay un interesante entramado de senderos que se adentran en la selva valdiviana, llevan hasta las pinturas rupestres, ascienden algún cerro o penetran en las decenas de cascadas y arroyos.

Otro hito indiscutido es el glaciar Torrecillas, un ventisquero colgante en retroceso que, a diferencia del Perito Moreno, se erige en las alturas, sobre una montaña. Una excursión combina navegación lacustre y trekking y lleva hasta los pies del ventisquero (la máxima aproximación que se autoriza al turista), donde se encuentra un lago proglaciar que crece año a año debido a los desprendimientos de bloques de hielo.

ELIGE TU AVENTURA

Si de turismo aventura se trata, Esquel ofrece una importante gama. Una de las opciones más atractivas es una travesía en 4×4 que llega hasta unos túneles de hielo situados a más de dos mil metros de altura, que pueden recorrerse hasta los 100 metros. La excursión dura seis horas y cuesta $ 250. Entre las más elegidas por los turistas está el rafting que recorre el río Corcovado, a través de rápidos de clase II y III, que no requieren experiencia previa.

También hay opciones más arriesgadas para quienes sí tienen experiencia anterior. Otra alternativa es hacer canopy o tirolesa. Esta actividad se realiza en el bosque andino patagónico y, trasladándose mediante poleas, se puede observar la belleza patagónica a 100 metros de altura ($ 150).

ALGO DE HISTORIA

Más allá de sus paisajes, Esquel tiene un importante legado cultural, fusión de las tradiciones de las comunidades mapuches y tehuelches con vestigios de la cultura galesa, los primeros colonos. Para adentrarse en la historia, resulta imprescindible realizar un recorrido en «La Trochita», uno de los trenes turísticos más conocidos en el mundo, que aún conserva locomotoras del siglo XIX.

Esta reliquia, cuyo servicio a veces se suspende por refacciones, recorre 19 kilómetros de estepa patagónica hasta llegar a Nahuel Pan, una pequeña colonia aborigen donde los pasajeros pueden conversar con las familias descendientes y visitar el Museo de Culturas Originarias.

A lo largo del recorrido, que dura aproximadamente tres horas y en el que uno se siente protagonista de una película del Lejano Oeste, es indispensable llevar una cámara de fotos y prestarles atención a los guías que narran leyendas del lugar y la historia legendaria de este “museo rodante”, que permitió el desarrollo de la ciudad chubutense.

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(*) Nota publicada en el Diario PERFIL el sábado 23 de febrero de 2013

 

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