Gira con Mozart por Villa General Belgrano

Crónica desde esta población de tradición europea en las sierras cordobesas, donde la música clásica ilumina las noches de verano. Video.

Ficha

Región:

Cuánto tiempo ir: días

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Ideal para: ,

Por Matías Ferrari (*)

Suenan las flautas en Villa General Belgrano. Mozart está vivo otra noche más y los locales, los turistas, lo saben. Melodías complicadas, pegadizas y familiares vibran en el aire, y el silencio o el asombro forman parte de los que se detienen a escuchar. El aplauso es ciclotímico: le gusta ser espontáneo y hacerse desear. El espectáculo finaliza satisfecho. Mozart, que ahora se llama Federico Giansante, toma aire y dice: “creo con mucha fuerza en llevar la música clásica más allá de los teatros y salas de concierto, donde me gusta mucho tocar. Por eso inventé esta idea con la que los invito a colaborar”.

Las palmas no se hacen esperar; el pase de gorra y la propina tampoco. “El espectáculo acá, con una fuerte comunidad alemana, acompaña al contexto. El turista llega y siente que está en un pueblito europeo y, de repente, se encuentra a Mozart”, dice Federico. Y tiene razón, Villa General Belgrano tiene algo de Europa. Los inmigrantes centroeuropeos (alemanes, húngaros, checoslovacos, suizos y austríacos) llegaron hacia 1930 y empezaron, junto a los criollos, a generar una identidad agrícolo-ganadera. Paul Friedrich Heintze y Jorge Kappuhn fueron los estandartes de esa oleada de inmigrantes que trabajaron para el desarrollo de la zona. La crisis de esta idea inicial hizo que el sentido del lugar diera un giro y tomara la senda proto-turística. La década del 60’ encontró a los habitantes de Villa General Belgrano, a los locales e inmigrantes, a los de acá y a los de allá, a los unos y a los otros, consolidados en cuanto a identidad mestiza; con fiestas que definieron su imagen: Fiesta de la Cerveza, Fiesta del Chocolate Alpino, Feria Navideña, Fiesta de la Masa Vienesa.

Durante el año, Federico toca en la Escuela de Danzas Aida Mastranzzi. Es concertista, y sabe de arreglos en teclas y vientos; pero hace 6 temporadas que pasa enero y parte de febrero tocando en la Plaza, en los bares y en los restaurantes de Villa General Belgrano. “Yo viajé hace 7 años hacia La Cumbrecita con un amigo para hacer un espectáculo contando la música clásica a través de sus músicos protagonistas. El auto se nos quedó acá (en Villa Gral. Belgrano) y, al ver el lugar, supe que el espectáculo podía funcionar. Fue un mix: tenía una idea y encontré un lugar ideal para llevarla a cabo”, explica el hecho fortuito que lo reúne con el lugar.

Villa General Belgrano creció y se consolidó hacia el km 79 de la ruta provincial nº5. Recostada sobre la Sierra Chica, la Villa se ubica en el dorsal izquierdo de la provincia de Córdoba. Los tres arroyos (El Sauce, La toma y Los Molles) que recortan esa mezcla natural y pueblerina invitan a la tranquilidad y serenidad que buscan tanto el lugar como los habitantes. El estilo de las edificaciones es agreste, tranquilo, revestido en modestia y madera; no hay construcciones de más allá de dos pisos y lo único que se eleva cerca de veinte metros es la Torre del Reloj.La Av. Julio Roca y la Av. San Martín son las arterias que se llevan el mayor movimiento del lugar. Restaurantes, fábricas de cerveza, centros de recreación turística y distintos paseos y ferias se acomodan uno al lado del otro para darles vitalidad y contención a los turistas y allegados.

Federico de día, Mozart de noche. Entre las 22 y las 22.30 arranca el recorrido. Llamativo, extravagante: el andar del Mozart del siglo XXI por las calles medievales de la Villa es apresurado y vertiginoso. La gente que lo reconoce lo saluda. La gente que lo desconoce lo  sigue con la mirada. El atuendo: saco negro, camisa con volados en las mangas, pantalón liso, medias blancas que comen la pierna hasta la rodilla, zapatillas negras lisas y una peluca gris con rodete que corona el look del siglo XVIII. “Yo soy un enamorado de la música clásica, además soy profesor y la llama de la docencia me propone acercar a la gente a la música de este tipo. Me interesa mucho transmitir el saber, comunicar lo que sé”, comenta mientras se prepara para una presentación.

– ¿Qué es lo mejor y lo peor que te encontrás ofreciendo este espectáculo?

– La aprobación del público es lo mejor que te puede pasar; hubo personas que se acercaron para ofrecer trabajos importantes. Lo más duro es cuando no se enganchan con lo que hacés o ni siquiera respetan lo que uno ofrece.

Federico entiende y hasta acepta las distintas reacciones: “En el espacio público, en la plaza, el que ve el show lo hace por propia voluntad porque es libre de levantarse e irse. En un restaurante donde no está anunciado que yo voy a aparecer no puedo exigirles que se callen como en una sala de concierto… ¡aunque a veces lo digo en forma de broma!”.

“Para enseñar hace falta cierto idealismo; creer que es posible eso que uno busca”, evoca algunos momentos de sus diez años de experiencia docente. Federico experimentó el rigor de ser profesor de música en distintos niveles educativos. Tocando en la Villa cordobesa se dio cuenta de lo poco difundida que está la música clásica en el público general. Claro, creció escuchando este tipo de música y tendía a pensar que todos eran más o menos como él, pero se ha encontrado con gente de todo tipo. Presuroso entre la gente, reconoce: “la música clásica es algo más especial, más cerrado. Faltan medios para difundirla y existe también un prejuicio, un preconcepto de la gente”.

“Flaco, con todos los quilombos que hay con Inglaterra ¿vos venís a hacer esto vestido de Mozart?”, le dice uno que pasa. “Pero Mozart es de Salsburgo”, contesta el docente.

Pone empeño en explicar cuáles son los instrumentos con los que toca. Utiliza una flauta sopranino, una flauta contra alto y una flauta soprano para ejecutar su repertorio de temas clásicos. Inspirado, muerde: “quiero jerarquizar el instrumento, quiero despojar ese pensamiento que se refiere a la flauta como un instrumento que sirve para tocar tres notas”.

Otro en la calle: “Che, no me gusta que toques cosas tan tristes. Tenés que probar otras melodías con esa quena”. Federico se queda sin respuestas. “El apoyo se ve representado cuando uno pasa la gorra”, es lo que cuenta.

La noche termina cuando lo decreta el público, cuando los potenciales oyentes en las calles y locales parecen abandonar la Villa. El reloj se arrima a la 1 AM y es momento de dar vuelta el saco para contar los billetes y monedas que dejó la jornada. Los billetes se agrupan por próceres y color. Mitre es el más repetido; San Martín y Belgrano suman bastante. Y las monedas, tantas monedas, podrían haber sido la envidia de cualquier pasajero de colectivo antes de esta era de la tarjeta plástica.

La gira fue provechosa; lo recaudado alcanza para una cena completa y pagar otra noche más en el albergue. El buen resultado invita a reflexiones más profundas. “Me considero afortunado, pero tiene mucho que ver con lo que construye cada ser humano. Yo me inventé un trabajo; nadie me dijo andá a tocar de Mozart”, devuelve Federico sin su disfraz y sigue su cena. “Tengo la suerte de hacer lo que me gusta”.

 

(*) Especial para Perfil.com

 

7 Comentarios en “Gira con Mozart por Villa General Belgrano

  1. carina | 19/02/2012 | 16:36

    Federico! te felicitamos y apoyamos, sos un artista y un ser increible!

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