La Rioja celebró la Chaya para agradecer las bendiciones
Diaguita de origen, la chaya vistió de blanco la ciudad con harina, albahaca y guitarreada. Fotos.
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Por Cinthia De Simone. Nota publicada en Diario PERFIL el sábado 16 de marzo de 2013.
Un muñeco de trapo y paja envuelto en llamas permanece recostado sobre una silla desvencijada. Alrededor de él, una multitud de hombres, mujeres y niños se divierte arrojándose harina y agua. Algunos gritan agitando pañuelos, otros bailan y entonan vidalas al son de cajas y guitarras. El aire huele a albahaca, tradición y festejo.
Cada año, en la provincia de La Rioja –región cuyana argentina– se celebra en febrero la Fiesta de la Chaya, una ceremonia ancestral de origen diaguita muy ligada al carnaval, que se realiza para agradecer al rey sol y la madre tierra los frutos de un año de trabajo.
Según cuenta la leyenda, un día la joven y hermosa india Challay, dolida por su amor imposible hacia el príncipe de la tribu o Pujllay, desapareció en la montaña hasta convertirse en nube. El vocablo de raíz quechua es conocido popularmente como chaya o “agua de rocío”, y simboliza la espera del agua, elemento vital para el pueblo riojano por sus tierras áridas y secas.
Cada año, la niña chaya reaparece en forma de rocío para posarse en la flor de cardón y de este modo bendecir la siembra. A su vez, el pujllay (que significa “alegría o juego”), frustrado por la oposición de la tribu al amor de la chaya, se vuelca al alcohol y muere quemado en el fogón de la fiesta. Esta es quizás la tragedia riojana de tinte griego que se da en las actuales ceremonias chayeras, donde reina un espíritu familiar tanto de fe como de arraigo.
La llegada del carnaval se inicia con la presencia del Pujllay, muñeco pintarrajeado vestido de harapos que esconde fuegos artificiales debajo de sus prendas. El ritual que da comienzo al festejo se conoce como Topamiento de la Cuma (comadre) y el Cumpa (compadre), en el que los protagonistas se reúnen en alguna casa o calle del pueblo para coronarse debajo de un arco de flores y guirnaldas. En ese momento, los miembros “topan” su frente y el público arroja harina, agua y serpentinas. Después de oír tres gritos chayeros intercambian sus guaguas, una masa cocida simbólica con forma de niño, o a sus ahijados “reales” si están presentes.
Los riojanos le dan mucha importancia a esta reunión porque representa la forma de lograr que por fin la joven deidad cumpla el sueño de encontrarse con su amor. Con la presencia de reconocidas figuras del folklore como el Chaqueño Palavecino, Jorge Rojas, Abel Pintos y Peteco Carabajal, la Fiesta de La Chaya 2013 se realizó en el autódromo de La Rioja, donde un público de todo el país bailó y cantó al ritmo de zambas, vidalas y chacareras, desplegando toda su energía mientras jugaba arrojándose los elementos típicos de la celebración. La magia llegó a su fin el Domingo de Cenizas, el último día de chaya o carnaval, cuando se quemó y enterró el Pujllay, entre el estruendo de cohetes y el llanto de comadres y padrinos por su partida.
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