Volendam, donde conviven las mejores estampas holandesa
«Quién quiera ver lo más bonito de Holanda, debe ir a Volendam», dice la frase popular en este pequeño pueblo a 50 kms de Ámsterdam.
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Bellezas rubias de un metro noventa disfrazadas con trajes típicos bordados, parejas de policías que, imperturbables, patrullan en bicicleta eludiendo las masas de turistas por las estrechas y adoquinadas callejuelas de la pequeña ciudad, japoneses despistados que se aglomeran para comprar una pieza de circular y aromático queso de Gouda…
Todas esas impresiones visuales -y más- forman parte de las estampas de un tipismo trufado de ‘pseudofolclore’ que ofrece Volendam, originalmente un pequeño pueblecito de pescadores a orillas del mar interior de Markermeer, a unos 50 kilómetros al norte de Amsterdam, convertido -por gracia y obra del feroz mercadeo- en una de las «tarjetas postales» de los Países Bajos en el extranjero.
Al entrar en su recinto, Volendam aparece a ojos del extraño como si fuera una maqueta viva de colores, una especie de Madurodam (la miniciudad para los niños en La Haya), sólo que justo al revés: a tamaño natural, o incluso con varios grados de aumento, teniendo en cuenta la cantidad de tiendas de «souvenirs» que con sus expositores de llaveros, postales, zuecos de madera o muñecas ataviadas al estilo ‘campesina’, literalmente invaden las calzadas, que en tiempos pretéritos se mostraban serenas y apacibles.
A pesar de los constantes embates de un turismo invasivo y voraz, el pueblecito ha logrado preservar cierto encanto, aunque un tanto acartonado, rígido y estudiado, de hileras de casitas típicas, de cuatro o cinco pisos, con sus tejados escalonados a dos aguas, de fachadas de ladrillo rojo y blanco, balcones floridos y amplios ventanales con tímidas cortinas semitransparentes que apenas logran velar los secretos de la vida de sus moradores.
Sus canales y puentes levadizos le confieren ese carácter pintoresco, un tanto idílico, que sin embargo para algunos resulta encorsetado y artificioso. Fundada hace casi seis siglos, se dice que su escudo de armas -con una estilizada yegua negra- rinde homenaje a la belleza de sus chicas e incluso un famoso cantante holandés le dedicó una canción en la que se afirma que «quién quiera ver lo más bonito de Holanda, debe ir a Volendam».
Quien se acerque por aquí no debe olvidar visitar el puerto, que desde las primeras horas de la mañana bulle de actividad, el museo de la ciudad o la casa «Sigarenbandjeshuisje», donde están expuestas vitolas de puros de varias épocas. Tampoco debería faltar la excursión al poblado pesquero del Ijsselmeer, a apenas medio kilómetro a pie, en el que se muestra cómo era la vida originaria de la población hace siglos, incluso con actores que recrean las tareas más cotidianas, desde la labor doméstica en una sociedad matriarcal, hasta la dura labor de la pesca, con sus aparejos y barcazas «de época».
Por Fernando Heller (dpa)
Yo estuve en febrero, el agua estaba completamente congelada, es algo increible, se congela porque es un mar interior, los barcos quedan atascados en el hielo. El pueblito es bellisimo todas las casitas estan separadas por canales chicos y tienen puentecitos para ir de una casa a la otra, obvio todo congelado. Habia patos, muchos y no de plastico, seguian a los turistas por comida. El lugar es precioso,
Lo visite hace unos años, es asi de bonito……..
GRACIAS AL ALTISIMO!!ESTUVE UN DIA. ES EXACTAMENTE COMO SE VE EN LAS FOTOS, REALMENTE HERMOSO.