Cabalgatas en Mendoza: rumbo a la cordillera desconocida

Nuevas travesías a caballo por las entrañas de los Andes, por antiguas estancias, fincas, y hasta territorios volcánicos.

El grupo conducido por Leandro y Alexis, ávidos baqueanos mendocinos, cruza las caudalosas aguas del río Grande. [ Ver fotogalería ]

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Como ocurrió con el agua, cuando se transformó este desierto estéril en un oasis de acequias y canales, la actividad de montaña en Mendoza puede considerarse otro logro humano sobre la naturaleza. Las cabalgatas, que año a año suman nuevos recorridos a las clásicas travesías del cruce de los Andes o la visita/homenaje al avión de los uruguayos, introduce en el atávico mundo de los campamentos a la luz de estrellas, la cocina improvisada y las nieves eternas.

Picos andinos, nieves y terma. Cabalgata destacada, la delplanchón Vergara se inicia en Valle Hermoso, 25 km detrás del centro de esquí Valle de Las Leñas. Allí conocimos a Leo y Alexis, baqueanos y guías, y al grupo de cinco cordobeses, dos bonaerenses y jinetes mendocinos que nos acompañarían.

«La idea es entregarse a la naturaleza y pasar al aire libre la mayor parte del tiempo», resumió de entrada Jorge García, encargado de la travesía. La primera noche, entonces, nos encontró con un asado estrellado, durmiendo sin carpa sobre pellones de monturas, y bajo un halo de romanticismo.

El aire fresco y matinal nos despertó temprano, con mates amargos y el armado de cargas, ensillando “lomillos o basto victoria”, monturas óptimas para caballos nacidos en la montaña, resistentes y nobles. Partimos con destino al límite argentino-chileno por la ruta que se conoce como la de Ramón Freire, hombre de San Martín, surcando 50 km en las entrañas andinas.

La marcha ladeó la vera del río Grande, cinta plateada que da vida a gran parte de la provincia. Cruzar por allí, con los caballos resistiendo la fuerza de su cauce hasta la cintura, nos despabiló de veras. Los siguientes filos escarpados y senderos que sólo los animales pueden atravesar, condensaron la adrenalina del primer día. «Si tenés vértigo, no mires abajo», fue una de las consignas para dirigir la mirada sólo a los picos azulados, los verdes pastos nutridos por el deshielo y algunos manchones de nieve eterna.

Casi tres horas después, un vado se transformó en nuestro lugar de almuerzo, y seguimos camino con calma, hidratándonos con aguas cristalinas de vertientes hacia el segundo campamento en el Valle de las Cargas. La lluvia nos sorprendió allí, y las ruinas de un viejo hotel nos cobijaron e iniciaron en el arte de la pesca. El olorcito del fogón anunció la cena, y nos juntó en torno a la famosa quemadilla de Alexis y Jorge, un brebaje levantamuertos. Los filos del cerro Leñas, el arroyo Tiburcio y la boca inmen- sa del volcán Peteroa, guiaron la jornada siguiente hasta la noche.

El día 3 nos encontró promediando la cabalgata, y tras seis horas sobre los animales, una pequeña terma escondida fue un remanso para relajar el cuerpo y recuperarse. Guiso potente y a la cama. El día final nos condujo al puesto de Gendarmería Nacional, debajo de las fumarolas activas del Peteroa, pegado a Chile. Desarmamos y saludamos a los baqueanos y a nuestros caballos, y compartimos un almuerzo con chivo y vino mendocino, presagiando el final de un recorrido altamente recomendable.

Viñedos, quebrada y portezuelo. El paso por Mendoza implica llevarse también un buen recuerdo de fincas, bodegas y viñedos. La primera cabalgata gira alrededor de esas sensaciones, alejándose un poco de la capital y desandando el pedemonte, a 1.400 msnm. La gran atracción son las bodegas Viña Cobos y Belasco Baquedano, donde se realiza una degustación y se almuerzan especialidades regionales, quesos y el mejor malbec de la zona. El recorrido introduce en el proceso de producción para entender cómo aquellas uvas que vemos en nuestra cabalgata terminan en un vino exportado a los mercados más exigentes del mundo.

Dos paisajes más para conocer desde otro lado a la provincia invitan a la Quebrada y al Portezuelo. “Damos una charla de seguridad acerca de las nociones básicas de la actividad y partimos con ambas cabalgatas al sur de la ciudad, a unos 35’ cerca de Godoy Cruz, por senderos de montaña. La primera dura medio día, y la segunda toda la jornada”, cuenta Juan Pablo Marziani, de Kahuak. En la Quebrada se aprecia un calmo
paisaje, y no requiere de jinetes expertos. Un desayuno campestre de media mañana y a pegar la vuelta hacia la base de Blanco Encalada, tras dos horas de montura.

La del Portezuelo aporta un rato más de traqueteo sobre Chacras de Coria, y suma un asado criollo antes de seguir con los animales. Las tres cabalgatas son ideales para realizar con menores y familias completas. Desde Malargüe, al sur de la provincia, se suman otras cabalgatas. La Herradura, una estancia en un entorno montañoso y agreste, brinda dos versiones. La de día completo hacia el cerro La Ventana y El Choique, mítico casco del establecimiento ganadero. Entre mate y pasteles se asignan los caballos y se parte por la intensa forestación hasta las bardas de los valles superiores. Se visitan las condoreras y se improvisa un asado campero, mientras se elaboran a las brasas las tortas fritas para la tarde. La otra cabalgata necesita de tres días, repitiendo parte de la actividad anterior, llegando más profundo en la montaña hasta La Horqueta, paraje cercano a la Vega del Burro, donde se pernocta. El Cajón de Los Oscuros y El Salto, valle a 3.000 msnm, ofrecen vistas de nieves eternas, de la laguna de Llancanelo y de la depresión de Los Huarpes.

Ultima propuesta. La cabalgata final lleva a uno de los volcanes que ha sido nota exclusiva de Weekend: el Malacara. La mítica ruta 40, al sudeste de Malargüe, conduce a los pagos de Alberto Quesada. “Aquí conocemos cráteres de una región ocupada hace millones de años por los océanos Pacífico y Atlántico”, dice el descendiente de los puesteros locales. Los pasadizos y chimeneas del volcán hidromagmático que estalló bajo las aguas, formando túneles con la lava saliente, se recorren de a pie durante dos horas, junto a la Cárcava Oscura, la de Tito Alba y la de los Puentes.

Publicado por Pablo Donadío para revista Weekend. Fotos: Pablo Donadío y María Clara Martínez.

 

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