SUDÁFRICA

Travesía africana a bordo del tren más lujoso del mundo

Un inolvidable viaje en tren desde Ciudad del Cabo a Pretoria. Un verdadero museo sobre rieles que recorre los mejores paisajes sudafricanos. Galería de imágenes

En el último vagón del tren se sirven bebidas y aperitivos. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]

Ficha

Región:

Cuánto tiempo ir: , días

Cuándo ir:

Con quién ir:

Ideal para: , , ,


Ver mapa más grande

Por Michael Zehender (dpa)

¿La toalla de baño? ¡Sí, ya está comprada! ¿La estera de baño? ¡Claro que sí! ¿La bolsa de aseo? ¡Muy útil, por supuesto! Pero ¿qué hacen allí esas gafas de buceo? Cathren lo explica: «Para que sus ojos no se enrojezcan en la ducha«. ¡Bromas aparte! «Bueno, esas gafas son para evitar que no les entre nada a los ojos cuando uno se asoma por la ventana del tren«, aclara la amable azafata en el Rovos Rail. Para un viaje en tren, las normas son un poco diferentes, sobre todo cuando se trata de un viaje en el «tren más lujoso del mundo», de Ciudad del Cabo a Pretoria.

Con este eslogan publicitario busca atraer clientes Rohan Vos, quien comenzó su empresa en 1989 con un primer tren y que actualmente ya organiza viajes en ferrocarril por toda África. «Un museo sobre rieles»: así llama la gerente de tren Daphne el convoy de 12 vagones. «Por tanto, no quiero escuchar música rock n’roll en el compartimento«, dice como advertencia. Los celulares están prohibidos en los espacios públicos del tren. No hay televisores ni radios. Nada debe desviar la atención del paisaje y, sobre todo, del tren.

Las 11:00 en punto: Tres silbidos y el Rovos Rail se pone en marcha. Los primeros kilómetros no son nada espectaculares, porque el tren pasa por los barrios periféricos de Ciudad del Cabo. La campanilla de Daphne suena a tiempo. En adelante, esta señal sonará regularmente, dos veces al día, para llamar a los pasajeros al coche restaurante. Nada que ver con el restaurante de un tren europeo común y corriente: pesadas cortinas en las ventanas, mucho peluche, sillas de cuero, camareros vestidos de frac y con pajarita.

El tren se adentra lentamente en los Winelands, los extensos viñedos sudafricanos. Más tarde, el tren va trepando hasta una altura de 1.800 metros. La velocidad máxima es de 60 kilómetros por hora. En muchos tramos, el mal estado de la red ferroviaria no permite ir más rápido, pero nadie quiere eso: viajar lentamente puede ser un lujo.

En las primeras horas de la noche aparece de la nada en medio de la sabana Matjiesfontein. Un par de casas, dos museos, una gasolinera histórica y una calle asfaltada de pocos metros: esto es todo. Cuando el tren se para, hay más turistas que habitantes.

John, el guía turístico, tiene muchas historias que contar sobre esta localidad, y preferiblemente lo hace en el viejo autobús rojo de dos pisos que espera frente a la estación para llevar a los pasajeros a un recorrido turístico por la localidad. «El tour más corto en toda África», dice John con un guiño. «It’s showtime», brama con voz ronca por el micrófono, y el autobús arranca petardeando a una velocidad de cinco kilómetros la hora. «Aquí doblamos a la izquierda, porque no podemos doblar a la derecha«, dice John. Los pasajeros ríen.

En el tren, mientras tanto, Cathren ha arreglado el cuarto para la noche. Incluso la manta eléctrica está encendida. «Por favor, apágala antes de dormir«, advierte la azafata. «No queremos pasajeros asados«. «¿Acaso es mejor estar congelado?«, es el primer pensamiento que a uno le viene a la cabeza al despertarse en la mañana.

El invierno sudafricano hizo su implacable trabajo durante la noche. Las temperaturas cayeron por debajo de los cero grados. Los charcos en la sabana están congelados. Una gruesa capa de escarcha cubre el paisaje. Por las ventanas y la puerta, el frío también se ha metido en el compartimento. Un té caliente en el vagón panorámico mejora el estado de ánimo. Afuera sale el sol, que baña el paisaje con una luz muy especial: en casi ninguna otra parte del mundo los colores brillan tan intensamente como aquí: una auténtica fiesta de colores para los ojos.

Poco a poco uno va conociendo a los compañeros de viaje, 31 en total, y comienza a conversar. Entre ellos una pareja gay que ya lleva 20 años viviendo juntos. «No, son 19 años«, dice uno de ellos. «Ah, tienes razón darling«. Y ahí está ese señor ya mayor que siempre aparece en el restaurante acompañado de tres señoras. Ya durante el almuerzo, los cuatro han bebido sus primeras dos botellas de champán. Ahí están también esa señora muy acicalada, dueña de un hotel en Johannesburgo, y el matrimonio de Suiza.

Poco antes de la segunda parada en el viaje, la temperatura en el tren sube tanto que la calefacción es sustituida por el aire acondicionado. El sol brilla despiadadamente, también en el invierno sudafricano. Para la excursión en autobús en Kimberley, los pasajeros untan leche solar en la piel; durante la bajada, los tripulantes del tren reparten botellitas de agua refrigerada.

Los principales objetos de interés en Kimberley son muy grandes y muy pequeños, y hay una relación directa entre los dos. Kimberley es la ciudad diamantera de Sudáfrica. Las piedras se venden en incontables tiendas y en algunos lugares todavía se extraen. Pero ya no en Big Hole, el mayor agujero en la tierra abierto por el hombre. Desde un mirador, los visitantes atrevidos pueden echar una mirada a la profundidad. Directamente al lado se ha creado un museo que no sólo ofrece información sobre la explotación de diamantes, sino que también exhibe la mayor colección de diamantes del mundo.

La mañana siguiente, el tren traquetea por los suburbios de Johannesburgo y Pretoria. Aparte de naves y parques industriales y casas, casi ya no queda nada que valga la pena ver. Poco antes de la estación de Capital Park, se coloca una locomotora de vapor delante del convoy, una pequeña distracción para los pasajeros. Cuando se acerca el final del viaje, los pasajeros recogen sus cosas y las gafas de buceo terminan otra vez en el armario. La puntualidad es asombrosa: exactamente a las 11:00 horas, el tren llega a Capital Park. Sin embargo, esta vez, excepcionalmente, a los viajeros no les hubiera molestado un retraso.

GALERÍA DE IMÁGENES

INFORMACIÓN BÁSICA

  • Cómo llegar: La ruta va de Ciudad del Cabo a Pretoria. Hay varias compañías aéreas que ofrecen vuelos a Ciudad del cabo. Desde el aeropuerto hay que tomar un taxi a la estación de tren, que se encuentra en el centro de la ciudad.
  • Precios: El viaje de tres días de Ciudad del Cabo a Pretoria cuesta entre 12.950 y 25.900 rand por persona en un compartimento para dos. Un rand equivale a unos 0,08 euros o 0,10 dólares. El precio incluye todas las comidas y bebidas.
  • Más información: Rovos Rail, PO Box 2837 Pretoria Gauteng 0001, Paul Kruger St, Pretoria (Tel.: 0027/12/315 82 42, E-Mail: [email protected]). Web: http://www.rovos.com – Oficina de Turismo Sudáfrica: http://www.africatourism.com

Notas relacionadas:

 

5 Comentarios en “Travesía africana a bordo del tren más lujoso del mundo

  1. Charly | 19/06/2013 | 12:21

    Cataratas de chistes y comentarios ironicos podemos hacer los argentinos con este tema.

  2. Tomás Obala | 19/06/2013 | 12:21

    BUENO !! ACA TENEMOS EL TRAYECTO ONCE-CASTELAR, ES IGUAL !! O PEOR !!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

4 + 12 =