Tierra de hielo y fuego

Salpicada por unos 200 volcanes, Kamchatka es un codiciado destino entre los turistas más aventureros. Fotos

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Por Wolfgang Jung (dpa)

Lejos de la civilización, en el lejano oriente ruso, acontece un fenómeno natural que deja atónitos incluso a experimentados científicos. «Es como ver el momento de la creación de la Tierra«, afirma el investigador Denis Budkov. Y es que allí, en la península de Kamchatka, cuatro volcanes vecinos escupen simultáneamente bocanadas de magma y lava.

«Llevo mucho tiempo investigando volcanes, pero jamás había visto algo así«, cuenta Budkov. En enero, las imágenes de los cuatro cráteres, en los que la lava se elevaba para deslizarse luego a más de 1.000 grados por las nevadas laderas de la montaña, recorrieron el mundo. Y el pasado lunes, el coloso Shiveluch volvía a registrar una intensa actividad sísmica, arrojando cenizas a nueve kilómetros de altura.

Kamchatka, la «tierra de fuego y hielo», es desde la caída de la Unión Soviética (1991) un codiciado destino entre los turistas más aventureros. Pero esta región, situada a unas ocho horas y media de vuelo desde Moscú, también es extremadamente peligrosa. En abril de 2010, cinco deportistas rusos y otros cinco alemanes perdieron la vida al quedar atrapados por una avalancha, en uno de los accidentes más mortales registrados en la península.

«Muchos turistas piensan erróneamente que Kamchatka es una especie de parque de atracciones para la aventura«, dijo el agente de viajes Gework Shijan ante los micrófonos de la televisión rusa. Las nubes de humo y los ríos de lava que surcan el pintoresco paisaje atraen una y otra vez a imprudentes curiosos hasta el mismo cráter. «En el caso de alérgicos y asmáticos, los gases y las cenizas que expulsa el volcán resultan ya dañinos«, advierten las autoridades. Además, los osos matan cada vez a más incautos, pues con 12.500 ejemplares, Kamchatka posee la mayor población mundial de osos pardos.

Esta península situada entre el estrecho de Bering y el mar de Ojotsk está salpicada por casi 200 volcanes, de los que unos 30 se encuentran activos. Desde noviembre de 2012, los cráteres del Karymsky, Kizimen, Shiveluch y Plosky Tolbachik escupen humo y lava, con distinta intensidad y entre largas pausas. Su erupción simultánea pone en peligro también el tráfico aéreo y hace unos meses provocó el cierre parcial del espacio aéroe debido a las nubes de cenizas, como sucedió en Europa hace tres años debido al volcán islandés Eyjafjallajökull.

En tiempos soviéticos, esta región bañada por el Pacífico y vecina de Japón era un área restringida. Desde su apertura al turismo llegan ahora tanto amantes de los deportes de invierno como de la naturaleza. En los ríos que surcan Kamchatka se arremolinan los salmones, mientras que de sus géiseres brota un agua clara.

Pero ante la creciente actividad en esta reserva de la biosfera, reconocida como Patrimonio Natural por la UNESCO, WWF critica que el transporte por helicóptero ahuyenta a los animales, aparte de la amenaza que suponen los planes de explotación de petróleo y platino. Con todo, en la tierra de los volcanes, con sus apenas 400.000 habitantes y una elevada tasa de desempleo, el turismo se ha convertido en una importante fuente de ingresos.

Mientras, los investigadores siguen tratando de averiguar cómo es posible que los cuatro volcanes entraran a la vez en erupción. Es cierto que en Kamchatka, que forma parte del Cinturón de Fuego del Pacífico, se desgarran «las costuras de la Tierra», explica Budkov. Aquí colisionan en la corteza terrestre tres placas continentales, pero hasta ahora no se ha registrado un choque de grandes proporciones, señala la geóloga Tatyana Churikova. «Tenemos que seguir investigando, pues las erupciones no son casuales«, afirma Echo Moskvy. Una región indomable y llena de peligros, pero realmente fascinante y desafiante para los viajeros inquietos.

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