CERRO COLORADO / PROVINCIA DE CÓRDOBA

Caminos de soledad y piedras

Leopoldo Lugones fue uno de los primeros en brindar entidad periodística a la región. Luego, Atahualpa Yupanqui construyó allí una casa, hoy museo.

Cerro Aborigen. Donde confluyen las regiones de Sobremonte, Tulumba y Río Seco creció la comunidad de los comechingones. Foto: Cedoc Perfli [ Ver fotogalería ]

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Cerro Colorado, la localidad cordobesa que el guitarrista y compositor Atahualpa Yupanqui eligió como su lugar en el mundo, seduce por igual a los amantes de la naturaleza y la historia. Es que ese paraje, situado a apenas unos 160 kilómetros de la ciudad de Córdoba -en el punto exacto en el que confluyen las regiones de Tulumba, Sobremonte y Río Seco-, atrae tanto por la majestuosidad de sus paisajes como por el legado cultural que dejaron en él sus primeros habitantes, los indios comechingones y sanavirones.

Las pictografías que hoy pueden verse en el Museo Cerro colorado, y que son parte del legado cultural que dejaron los primeros pobladores de esta localidad -casi todas ellas realizadas en rojo, blanco y negro y con motivos de aborígenes con arcos y flechas y españoles montados a caballo- fueron descubiertas en 1902 por Leopoldo Lugones, quien dio cuenta de su hallazgo en una nota publicada un año más tarde en el diario La Nación.

Sin embargo, la información ganaría repercusión a nivel internacional recién unas décadas después, cuando un investigador de origen escocés relevó y registró las más de 35 mil imágenes presentes en unos 113 aleros. Unos años más tarde, en 1961, la zona fue declarada Monumento Histórico Nacional, y quienes la visitan pueden descifrar el modo de vida de los primitivos pobladores.

AGUA ESCONDIDA, REFUGIO Y MORADA DE DON ATA

Además de un pasado rico en términos arqueológicos, Cerro Colorado ostenta el privilegio de haber sido elegida como lugar de descanso y morada por el guitarrista y compositor Atahualpa Yupanqui.

Llegó en 1942, invitado por los hermanos Oscar y Ernesto Gómez Molina. Por entonces eran apenas cuatro o cinco casas esparcidas a lo largo del río y él se hospedada en una pieza que le facilitaba la familia Argañaraz. Así fue conociendo mejor este rincón cordobés y su gente, animó celebraciones y trabó amistad con Eustacio Barrera, quien padecía problemas de movilidad y a quien fue a tocarle varias veces la guitarra. En agradecimiento, Eustacio le obsequió un rincón del campo de su propiedad donde hoy se erige Agua Escondida, la casa que supo ser su refugio en los años de censura”, dijo su hijo, Mario Roberto Chavero.

La construcción comenzó en 1946 y fue modificándose con el correr de los años, según las necesidades de su familia, que en 1989 decidió donarla a la Fundación Atahualpa Yupanqui para convertirla en museo.

Actualmente está compuesta por una recepción (donde antiguamente había dos piezas y un galpón), un corral de piedra, una sala principal, un dormitorio, tres galerías y una biblioteca -donde otrora se erigía la cocina en la que el cantor pasaba largos ratos- que alberga cerca de tres mil ejemplares que pertenecieron a la familia.

Quienes la visiten podrán apreciar algunos de sus objetos personales, premios, recuerdos de sus viajes, un rincón dedicado a Pablo del Cerro -nombre artístico de su esposa-, el bastón que debió usar a raíz de sus problemas de artrosis o la mesa de algarrobo con bancos y sillones que le encargara a un carpintero y que es una réplica exacta que la que se encuentra en el solar de Leopoldo Lugones, en Villa María del Río Seco. (Nota publicada en Diario PERFIL el sábado 13 de julio de 2013)

 

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