Allí donde el Norte se funde con el Sur

Ecuador es una síntesis de múltiples climas, culturas, realidades. Visitar Quito y su entorno es la posibilidad de percibir sus matices.

Imagen del barrio La Ronda en el casco histórico, un espacio de la ciudad que hasta hace un tiempo no era visitado y ahora vive un renacer. Foto: Cedoc Perfil. [ Ver fotogalería ]

Ficha

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Por Pablo Helman, desde Quito (*)

El 21 de junio encontró al cronista en Ecuador –en la Ciudad Mitad del Mundo–, donde una  línea amarilla separa el norte del sur del planeta. Hechas  las ceremonias turísticas de rigor, un pie de cada lado, ver cómo el agua cae vertical justo sobre la línea y en un sentido diferente al que sucede a apenas dos metros de distancia, de observar en la misma esfera del cielo nocturno (de un azul tan profundo que es más negro que el negro; un azul azabache, si se nos concede cierta imperfección emocionada), de observar, decíamos, en el mismo cielo, a la Osa Mayor y la Cruz del Sur, escuchamos que por esos días estábamos en la fiesta de Inti Raymi, la celebración del Sol de los pueblos andinos. La fiesta –permítasenos seguir una línea imperfecta– se celebra a través de todo los Andes, pero cobra una especial fuerza en este país en el que el 40% de la población es de lospueblos originarios, en el que la cultura se conforma especialmente de toda esa carga que trasciende en mucho la hispanidad y que tiene un vínculo directo con la “tierra”, el planeta, las fuerzas que, como las de la línea del Ecuador, son a la vez físicas y, si se quiere, metafísicas.

Todo eso está presente (conforma la geografía del país, sí; pero también la arquitectura, los rostros, la versión particular de socialismo) en cada momento: viajar a Ecuador, disfrutar de Quito hoy –una ciudad mucho más segura que hace diez o doce años; seguridad conseguida a partir de planes de participación ciudadana–, es, entre muchas otras cosas, precisamente, encontrarse con esa multiplicidad de elementos que conviven en una armonía más de Vivaldi que de Mozart (Vivaldi, según Alejo Carpentier, seguramente): volcanes de más de 6.000 m, algunos de ellos activos y con nieves eternas, aun en la línea, mercados de 3 mil años, como Otavalo, en los que aún hay que regatear los precios, en el que la gente de la comunidad imbaya se encuentra cada sábado a demostrar que la palabra “comercio” implica mucho más que economías, iglesias con profusión de oros y esmeraldas, el “bosque nublado”, una selva a 2.200 m de altura sobre el nivel del mar, donde es posible avistar pájaros y ver  orquídeas salvajes y hacer canopi en un contexto que amarían igualmente los seguidores de la ecología como los que van detrás del turismo de aventura.

Todo eso pasa en distancias relativamente cortas –a lo sumo, dos horas de viaje–, y en un contexto donde la relación calidad/precio es altamente favorable para un argentino. Comer, pasear, beber, descubrir, a precios verdaderamente accesibles: sí, otra vez, una idea de la riqueza barroca y natural, que facilita mucho la experiencia. Hay que pensar que el Centro Histórico de Quito es patrimonio de la humanidad. Y que en sus 15 hectáreas hay más de cien iglesias,  restaurantes magníficos, con estándares bien altos de calidad.

Existen barrios como La Ronda, que hasta hace un tiempo eran un espacio “difícil” en materia de seguridad y que hoy constituyen el mejor desafío para el turista que quiere ser viajero: la alternativa de perderse en sus callecitas empedradas, hacia arriba y hacia abajo, y encontrarse en una dimensión temporal nueva, en la que el pasado es una de las mejores formas del futuro.

Y una vez más, allí, como en otros lugares de Ecuador, encontrarse con esa maravilla barroca de los múltiples sentidos: iglesias de estilo mudéjar cuyos simbolismo y simbología hablan tanto del cielo como de la tierra (y aun lo que está bajo la tierra, ese fuego que no se extingue) y aquello tan latinoamericano –y tan interesante de ver– de cómo conviven las ornamentaciones doradas, de oro genuino, con la gente que va allí para alimentarse y los ritos ancestrales, como el Inti Raymi del que habláramos. En este sentido, en San Francisco un domingo de mañana es posible encontrarse con una particular y febril actividad.

Viajar a Quito es, así, recuperar también cultura, culturas que conviven. Es encontrarse con una de las gastronomías más atractivas de los Andes (las calles huelen  un poco a cilantro), en la que el locro –distinto al nuestro, al que comemos en Argentina: se trata esencialmente de una sopa de papas que acompañan con palta y queso fresco– nunca falta.

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DATA

  • La mejor ruta: Los vuelos por Avianca, Buenos Aires, Quito (por Lima) tienen un costo de $ 5. 200 por adulto.
  • Souvenir: Ecuador produce un cacao que está conceptuado como uno de los mejores del mundo. Comprar los chocolates artesanales de 70% de cacao es una opción.
  • El dato: La alcaldía de la ciudad otorgó el Sello Q, marca de alto estándar, a más de cien bares y restaurantes.

(*) Nota publicada el sábado 20 de julio de 2013 en Diario PERFIL.

 

3 Comentarios en “Allí donde el Norte se funde con el Sur

  1. Luciana | 26/07/2013 | 13:42

    Paisajes bellísimos, ciudad, playa, montaña, historia, cultura y una calidez humana de toda su gente increíble. Quito, Cuenca, Montañita, Manta, Guayaquil, etc. Nada tiene desperdicio!! Un país digno de conocer, sin dudas!

  2. Estuvimos en Montañita, Guayaquil y Quito el año próximo pasado, Ecuador lo tiene todo, bello desde el Mar hasta la Montaña, lo recorrimos en bondi, viajando de noche, una semana espectacular, linda gente, muy acogedora y respetuosa con el turista. Sin duda, para volver.

  3. Julia | 26/07/2013 | 23:41

    Una de las ciudades latinas en donde no sólo se puede ver la seguridad, sino también con una gran infraestructura edilicia actual y antigua conservada de manera increíble. Recomendable para conocer, recorrerla y apreciar sus transformaciones.

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