Viaje al pasado a bordo del Transiberiano
El mítico ferrocarril, construido entre 1891 y 1916, atraviesa enormes bosques de pinos, los Montes Urales y la tundra siberiana hasta el Pacífico. Fotos.
El tren del Ferrocarril Transiberiano recorre el inmenso continente más allá del Ural. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]
Por Bastian Hamacher (dpa)
Recuerda a tiempos pasados: El sonido rítmico de las vías ya apenas se conoce en los trenes modernos. Cuando el tren del Ferrocarril Transiberiano recorre el inmenso continente más allá del Ural, es ese sonido el que acompaña a los viajeros mientras duermen y los despierta por la mañana.
El viaje comienza en Moscú, pero no se torna siberiano hasta llegar a Krasnoyarsk. La ciudad junto al Yenissei es desde hace 380 años la puerta de entrada a Siberia. Desde aquí conquistaron oriente los cosacos. La ciudad universitaria es una mezcla entre edificaciones de hormigón de tiempos soviéticos, otros edificios más clásicos e iglesias ortodoxas remodeladas.
En el andén, bajo la enorme construcción de acero, se levantan quioscos y vendedoras con carritos ofrecen comida para el viaje: pepinos y tomates, pan, pescado y carne. A primera hora de la mañana son pocos los que bajan para aprovisionarse. Durante el recorrido, el tren para con frecuencia en estaciones grandes y esta imagen se repite. Los pasajeros tienen entonces tres cuartos de hora para estirar las piernas, comprar, ducharse en la terminal de la estación o recorrer los alrededores.
Al subir al tren, el turista es recibido por una revisora, que comprueba que se dispone de pasaje y de visado. El interior está oscuro y las persianas están bajadas, ya que otros pasajeros duermen. Algunas puertas están entrecerradas y se escuchan ligeros ronquidos. El aire está algo cargado. En cada vagón hay cinco compartimentos y en cada uno de ellos hay a izquierda y derecha dos camillas forradas de piel artificial. Junto a la ventana hay también una mesa plegable.
En el compartimento sólo están libres las camillas de abajo y desde las de arriba se escuchan respiros profundos. ¿Dónde ponemos pues la mochila? Primero que nada, hay que procurar no hacer ruido, y después, veremos.
Poco a poco el tren se pone en marcha y atraviesa el enorme edificio de la estación. En la terminal, el reloj marca poco antes de las siete, aunque el interior del tren se encuentra en otra franja horaria. Los relojes del Transiberiano marcan la hora de Moscú, mientras que en los horarios de salidas y llegadas en las estaciones aparece la de los respectivos lugares. El tren se dirige hacia el este. Durante el trayecto, la diferencia horaria es de dos horas.
En la camilla superior se mueve algo, un bostezo, una pierna aparece fuera del borde, el pie busca dónde apoyarse para bajar. Una mujer de 60 años vestida con una bata con flores baja, se restriega el sueño de los ojos y mira con interés. Comienza a hablar en ruso. Después toma la toalla y el cepillo de dientes y desaparece. Al regresar, se sienta en la camilla inferior, junto a la mesa, saca pan y fiambre de una bolsa y se arma un sándwich.
La puerta del compartimento se abre. La revisora aparece y dice algo en ruso. Quiere controlar de nuevo los pasajes. Comprueba el número de compartimento y entrega sin más comentarios un paquete envuelto en una bolsa de plástico. En el interior hay sábanas y toallas. Estas mujeres son las gobernantas absolutas de los vagones: abastecen a los viajeros, aspiran las moquetas, limpian los compartimentos y siempre conocen los precios actuales de los alimentos en los andenes.
En el exterior suben las temperaturas. En verano el termómetro llega a los 30 grados centígrados, y en el tren no se está más fresco. El vagón cobra vida. Los niños corren por el pasillo y los adultos miran por la ventana. Un hombre juguetea con una caja de cartón y la coloca en una ventana abierta. «Un equipo de aire acondicionado ruso», bromea.
Quien va en el Transiberiano tiene que bajar de vez en cuando, ya que de lo contrario el viaje se hace interminable. Cuando se acaban las casas, comienza el campo, y durante tres días sólo se ven los árboles de la mayor zona forestal del planeta: Abetos, pinos y abedules hasta el infinito. Entre ellos se ve de vez en cuando algún descampado con hierba silvestre, otras veces también un riachuelo sin hombre.
Este país no se puede descubrir sólo a bordo del tren. El viaje termina por el momento en Ust’-Nyukzha: Durante dos semanas toca acampar, pescar y cazar. Después pasamos por Severobaikalsk junto al lago Baikal y llegamos hasta Irkutsk.
Entre el Ural y el extremo oriente están Yekaterinburgo, Omsk, Tomsk, Krasnoyarsk, Irkutsk y en Mongolia Ulán Bator, en las rutas hacia Pekín y Vladivostok. El turista conoce estos parajes por «El correo del zar», de Julio Verne, todo un viaje en el tiempo.
DATA
- El trayecto: La ruta inicial lleva de Moscú a Vladivostok y tiene unos 9.300 kilómetros. Sin embargo, hay varias rutas alternativas. Muy popular entre los turistas es Moscú-Pekín.
- Los trenes: En los trayectos hay trenes muy diferentes. Para los trenes regulares se pueden comprar billetes en las estaciones. También es posible realizar sólo una parte de la ruta. Los compartimentos tienen comodidades diferentes y van desde los vagones dormitorio hasta los compartimentos para dos personas. Los precios pueden variar mucho dependiendo de los trenes y los compartimentos. También hay trenes especiales. La variante más lujosa es el Oro de los Zares, el antiguo vagón salón de la cúpula soviética.
- Clima: Viajar en el Transiberiano es posible durante todo el año. También resulta interesante un viaje de invierno por el paisaje cubierto de nieve.
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alguien me puede dar una agencia de contacto en Rusia que se encargue de armar este recorrido y me pueda dar las distintas opciones de trenes
¿ como se ven las fotos ?
Mercedes, te paso los datos de Tatiana Patokina, trabaja para la empresa Classic Tours, me armaron un viaje estupendo, realmente inolvidable su mail es: [email protected]
Cualquier consulta estoy a tu disposición, suerte con el viaje !!