CATARATAS DEL IGUAZÚ

Derrumbe melodioso

«…hay algo inmenso que se está cayendo, que lleva siglos de estar cayendo, y se tiene la impresión de una continua y melodiosa catástrofe».

Es uno de los lugares naturales más asombrosos del mundo, visitado por más de un millón de turistas al año. Foto: Cedoc Perfil [ Ver fotogalería ]

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Por Alejandro Bellotti

«El porvenir está en el aprovechamiento de las fuerzas de la Creación, y el Iguazú es la mayor fuerza virgen y libre que hasta hoy se conoce”, escribió en 1922 José Vasconcelos. El gran escritor mexicano visitó las Cataratas y quedó maravillado: “Sólo después de un instante de mirar uno se da cuenta de que hay algo inmenso que se está cayendo, que lleva siglos de estar cayendo, y se tiene la impresión de una continua y melodiosa catástrofe”.

Debe haber pocos lugares así en el mundo. No hace falta tener la aptitud perceptiva de Vasconcelos para sentir algo parecido. Sólo hace falta llegar al balcón abanicado que da a la Garganta del Diablo, inclinar un poco la cabeza hacia abajo, y dejarse llevar por el show: un colosal hoyo multicolor donde se desploman más de un millón de litros de agua por segundo.

Hablamos de un cortinado majestuoso de 2.700 metros de ancho nutrido por 275 saltos que provocan un rugir alborotador y un hervor de espumas y lloviznas que pueden verse en kilómetros. Para acceder a este escenario, después de abonar los $ 65 que cuesta la entrada al Parque Nacional Iguazú, debe abordarse el emblemático Tren de la Selva que finaliza en la Estación Garganta del Diablo.

Desde allí se realiza una caminata de dos kilómetros totalmente accesible, en la que se puede disfrutar de un paisaje único, hasta  llegar al imponente salto Garganta del Diablo. Para el turista con un espíritu aventurero hay otras opciones imperdibles en el área, como la caminata por el Sendero Macuco (un recorrido debajo de la espesa cúpula vegetal), paseos por la selva en 4×4 (se internan en caminos de tierra colorada) o la navegación.

Para esto se debe llegar hasta el embarcadero desde donde parten los gomones semirrígidos con capacidad para unas cincuenta personas que remontan río arriba hasta llevarnos por las narices al pie de las mismísimas cascadas. A pasos ruge el agua ante la estrepitosa caída del salto San Martín, mientras la embarcación vibra al compás.

A Puerto Iguazú se accede por RN 12 o por LAN ($ 2.359). La selva paranaense es un gigantesco invernadero que distribuye humedad en cantidades y se acusa el impacto en la primera bocanada. Iguazú ofrece múltiples ofertas hoteleras, pero Iguazú Grand, en el corazón de la Selva, es óptima por su gran casino, el spa, la cocina y la amabilidad del personal (desde $ 1.572 + IVA). (Nota publicada en Diario PERFIL el sábado 3 de agosto de 2013)

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