Reabrirán un viejo hotel con historias de mafiosos en La Habana

Perteneció a un célebre mafioso de los 50 y es parte de un esfuerzo de la industria turística cubana por expandirse en el mercado.

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Cuando murió, en 1987, el mafioso Santos Trafficante Junior dejó atrás una extensa lista de delitos, un dialecto mezcla de italiano e inglés, la sospecha de haber participado en el asesinato de John F. Kennedy y un hotel en La Habana, repleto de historias oscuras.

Los «negocios empresariales» de Trafficante, sus sobornos y las propuestas hechas a amigos y enemigos que «no podían rehusar» desaparecieron hace años. También el lenguaje «Tampan», inventado por su familia para despistar a la policía en Tampa, Florida, su ciudad de nacimiento. Y nunca pudo probarse que realmente haya integrado una conspiración contra Kennedy.

Pero el Hotel Capri, de La Habana, que construyó y disfrutó junto al actor de cine George Raft, aún está en pie y pronto volverá a operar. «Yo los conocí a los dos«, explicó hace unos años Reinaldo Herrera, un vendedor de automóviles en la capital cubana de los años 50, que solía visitar el Capri tras su apertura en noviembre de 1957.

«A Raft lo reconocí por las películas y a Trafficante porque alguien me señaló a un hombre con espejuelos y corpulento y aseguró que era él«, contó Herrera, que falleció hace poco a los 92 años.

Trafficante, que siguió a su padre, del mismo nombre y nacido en Sicilia, Italia, en sus operaciones en el «bajo mundo», tuvo además un buen amigo en Cuba, Fulgencio Batista, cuyo gobierno fue derrocado el 1 de enero de 1959 por el ejército rebelde encabezado por Fidel Castro.

Fue Batista quien promulgó una Ley del Hotel que ofreció incentivos fiscales, préstamos oficiales y licencias de casinos de juego a cualquiera, cubano o extranjero, que quisiera construir hoteles en la ciudad. La legislación fue aprovechada enseguida por Meyer Lansky, otro jefe poderoso de la mafia en Estados Unidos, junto a sus asociados como Trafficante.

En el Capri, situado en una esquina céntrica de La Habana, no hay vestigios del casino de juego que fue uno de los mejores de la ciudad, ni de sus fabricantes. Aún tiene ciertas curiosidades excelentes para turistas: no existe, por ejemplo, un piso 13, que según la tradicional superstición «da mala suerte».

Actualmente el Capri es parte de un esfuerzo de la industria turística cubana por ahuyentar precisamente cualquier suerte adversa que en este caso podría llamarse «crisis económica global«, con el objetivo de atraer quizá en 2014 a unos tres millones de turistas.

Las historias de mafiosos relacionados con el Capri se mezclan con otras más benignas que envuelven al cine universal, y que pueden ser elementos cruciales promocionales para atraer turistas. George Raft, quien hizo filmes de personajes de tal catadura en Hollywood en los años 30 y 40, apoyado en «experiencias» muy personales, parece el eslabón entre éstos y la gran pantalla.

Entre las credenciales fílmicas del Capri están otras mucho más benignas. Vistas de la piscina del hotel, en su azotea, abrieron el filme del británico Carol Reed «Nuestro hombre en La Habana», y apareció además en la década de los 60 en «Soy Cuba», del ruso Mijail Kalatozov.

 

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