Roma en otoño, una invitación a la tranquilidad
En temporada baja, los turistas disfrutar una Ciudad Eterna libre de ajetreo y multitudes. Fotos.
La Basílica de San Pedro vista desde el río Tíber. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]
Por Tobias Schormann (dpa)
El vendedor de rosas pone cara de malhumorado. Ni una sola rosa ha podido vender durante la última media hora. Y es que simplemente no hay muchos turistas en la calle. Aquí, en la Escalinata Española, este negocio florece durante la temporada alta. Entonces, muchas veces hay apenas espacio para sentarse en las escaleras. En otoño, el panorama es diferente. En la temporada baja, los turistas pueden elegir su lugar libremente y por una vez pueden visitar Roma, la Ciudad Eterna, libre de ajetreo.
El agua de la Fuente de Barcaccia resplandece en la luz cálida. El sol de otoño tiñe de amarillo los peldaños y la Iglesia de la Santa Trinità del Monti, que se encuentra arriba. El escenario está libre para el desfile de cuerpos bonitos frente a la Escalinata Española: un par de gigolos están sentados en sus Vespas y flirtean con las italianas que pasan delante de ellos. Frente a los templos de moda de Gucci y Prada posa una turista a quien probablemente le hubiera gustado tener el mismo aspecto chic de las elegantes italianas. Pero tampoco lo logra con la nueva bolsa de Gucci en el brazo. El novio tiene que hacer fotos y después esperar frente a la puerta mientras que ella entra en la siguiente tienda. Eso sí tiene que ser amor.
Las italianas ya visten ropa abrigada, a pesar de que uno se siente aún en verano con una temperatura de 20 grados. Por lo demás, pocas cosas recuerdan a la temporada alta, cuando multitudes de turistas se desplazan por los callejones y Roma todavía suena como la sinfonía de una gran ciudad: rápida y alta. Entretanto ha comenzado un ritardando: el ritmo de la ciudad se hace más lento. Adagio en vez de allegro, piano en vez de forte.
Incluso los discípulos del papa necesitan empujar menos ahora. En verano, decenas de miles de ellos visitan diariamente el Vaticano, dice el guía turístico Roland Karl. «Una tragedia«, en su opinión. Hoy, la cola frente a la Basílica de San Pedro es relativamente pequeña, al igual que el número de turistas que están sentados para descansar en los bancos y en bares a lo largo de la Via della Conciliazione. Hacen lo correcto, piensa uno instintivamente, mientras que los propios pies empiezan poco a poco a doler a causa de la larga vuelta.
En la plaza Largo di Torre Argentina, donde fue asesinado Julio César, viven hoy decenas de gatos. Se desperezan al sol sobre las piedras calientes o están acostados sobre la hierba entre las ruinas. Los cuadrúpedos reciben aquí buenos cuidados. Incluso hay una ambulancia para gatos de la universidad, donde les dan tratamiento y comida, dice Karl.
Algunas cuadras más adelante de repente vuelve el ajetreo del verano: en el Campo de fiori, los vendedores del mercado elogian a grito pelado su mercancía y regatean con los clientes. Es la época de la cosecha: en los puestos hay calabazas amarillas y de color naranja de todas las formas y tamaños; de los techos cuelgan chiles de color rojo encendido. Aquí hay todo lo que le gusta al gourmet: trufas, pescado, aceite de oliva, especias y, por supuesto, pastas de todos los colores.
Volvemos a las Escalinata Española, donde el vendedor de rosas está haciendo una pausa. Se ha encendido un cigarro y se ha sentado junto a los turistas en la Escalinata. Al parecer, él también está pensando: piano, piano, nada de ajetreo.
Estuve en mayo, pero tengo unas ganas de volver… ahora que sé que no hay cepo cambiario, según los dichos presidenciales.
Que bueno visitar Roma entre los ocres y amarillos del otoño. Lástima «los verdes», digo los verdes sobre los que se sentó la Reina Batata y que nos impide ejercer el derecho a salir del país..
Pero no te enteraste que la Sra Presidenta dijo ayer que no hay cepo???? Y si lo dice ella será. La Sra nunca miente……bueno casi,casi,casi…..nunca. Dios la perdone.
Estuve hasta la semana pasada y seguia inundada de turistas.