Tras los muros de Marrakech
El centro histórico de esta ruidosa ciudad marroquí, la famosa Medina atestada de mercaderes, ofrece un oasis antiestrés sorprendente.
La bulliciosa plaza principal Yemaa el Fna, gran atractivo turístico. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]
Por Stefan Weissenborn (dpa)
Los callejones pavimentados con gruesos adoquines en los mercados de Marrakech están atestados de gente. Huele a especias, perfume y cuero curtido, después también a pescado. Hombres que visten largas túnicas que llegan hasta el suelo, rostros de mujeres cubiertos, jóvenes vestidos con vaqueros. A alta velocidad, motociclistas se abren camino en zigzag tocando la bocina. Un hombre viejo sentado en una carreta carcomida tirada por un burro espolea al animal cansado de cara triste y grita una y otra vez «¡Attention!».
Como turista europeo se necesita cierto tiempo para no sentirse ya como un obstáculo vivo en el barullo de la ciudad roja. Sin embargo, el centro histórico de Marrakech, la famosa Medina, también ofrece un programa antiestrés. Mustapha Benfarayi, el guía turístico, dobla rápidamente esquinas de piedra, pasa por arcos de medio punto y puertas. Ahora no hay gente en los callejones y desde la fantasía aparecen de repente hombres armados con dagas curvadas vestidos con ropa de seda. Finalmente, Mustapha llama a una puerta baja de madera que se abre tan rápidamente que parece tratarse de un encuentro secreto. Agachándose, los turistas pasan por el marco y de golpe cambia el ambiente.
El «Dar Chérifa», un lugar de encuentro para artistas y café literario en la Medina te recibe como un conocido. Sin ser preguntado, te sirven té de menta con pastel dulce. La gente conversa en voz baja. De las paredes y columnas cuelgan cuadros multicolores de un artista local. Para la noche está programada la inauguración de una exposición. Este programa contrasta totalmente con los souks (mercados) o la bulliciosa plaza principal Yemaa el Fna, que revienta por la noche.
Entre los cientos de riads (casas antiguas con patios interiores) en Marrakech, el «Dar Chérifa» es especial: es la casa más antigua que aún existe en la Medina, construida en el siglo XVI, y fue una de las primeras casas en ser restauradas. «A principios de los años 90, las construcciones en la Medina estaban en muy mal estado y casi no había ningún alcantarillado», dice Abdellatif Ait Ben Abdallah. Este hombre de baja estatura con su camisa planchada es considerado como el salvador de la Medina: participó en la restauración de unas 100 riads.
«Después de la proclamación de la independencia de Marruecos, en 1956, comenzó una especie de huida masiva de la Medina. Nadie quería seguir viviendo en las riads y la gente se trasladó a la ciudad nueva«, dice Abdallah. Cuando a principios de los años 90 caminaba por los callejones con el arquitecto Quentin Wilbaux, Abdallah tomó consciencia de la importancia cultural e histórica de estas casas de adobe con su aspecto exterior poco llamativo. El arquitecto belga tomó en cuatro años fotos de 6.000 casas para su máster y era uno de los pocos extranjeros que visitaban la Medina. «En aquel entonces no había turismo en la Medina«, se acuerda Abdallah.
Todo eso ha cambiado radicalmente. Hace más de 20 años, cuando Abdallah quería transformar una riad en una casa de huéspedes, la gente decía que estaba loco. «Hoy hay 700 casas de huéspedes». Había comenzado una gran demanda de esas casas viejas y los precios se disparaban.
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Marrakech, es una ciudad que tiene muchas posibilidades ofreciendo distintos paisajes, se adapta a cada visitante, la ciudad roja es agua…..
De mi paso por marrakech .puedo mencionar algunas, gente resputuosa, contraté a un guía berebere para los sitios históricos, el pintoresco mercado, me hospede en un riad dentro de la medina, con una atención esmerada, con interpretes cuando lo necesitaba y lo que más me conmovió es el llamado desde la mezquita al atardecer, para la oración . Un ejemplo admirable de multiculturalidad. anímense a viajar. elena,la tucumana,