CAPITALES DE LA DANZA

Volar por amor a la danza

Nueva York, Milán y París tienen la más exquisita oferta de ballet en el mundo. Razones para viajar y disfrutar de su cultura.

La Opera Garnier de París. [ Ver fotogalería ]

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Por Analía Melgar. Diario PERFIL

Tres principales ciudades del mundo tienen, además de glamour e historia, otra razón para ser visitadas: teatros de gran renombre, sedes del ballet internacional. Para quienes aman la danza, el American Ballet Theatre, el Corpo di Ballo del Teatro alla Scala y el Ballet de l’Opéra National son íconos, no sólo de la tradición y excelencia de este arte sino de su permanente renovación. Para acceder y disfrutar de estas exquisiteces, hay que viajar a Nueva York, Milán y París.

A la sede administrativa y de actividades del American Ballet Theatre se la encuentra en el tercer piso de 890 Broadway, pero sus funciones en Nueva York se realizan en el Metropolitan Opera House; para los amigos, el Met. El edificio donde por dos décadas brilló Julio Bocca y donde hoy se luce Paloma Herrera se ubica en el Lincoln Center Plaza, a una cuadra del Central Park. Inaugurado en 1966, no atesora reliquias, a diferencia de teatros más antiguos, pero sí un diseño que permite una acústica excelente y capacidad para 4 mil personas. En su inmenso escenario, con tecnología de punta, en mayo se podrán ver clásicos absolutos: Don Quijote, La bayadera y Manon; y en junio, Giselle y El lago de los cisnes. ¿Precios? De todo: entre cincuenta y mil dólares.

Por su parte, el Teatro alla Scala data de 1778 y sus inicios con la danza, de 1813. La emblemática bailarina Carla Fracci fue su estrella, y Alessandra Ferri también surgió de la escuela milanesa. De los argentinos, Maximiliano Guerra fue bailarín estable en la compañía. En la presente temporada, hay un programa neoclásico, del coreógrafo George Balanchine, en abril, pero los grandes nombres, como en el ABT, son la marca: El lago de los cisnes en abril y mayo (con tickets entre 11 y 127 euros); fragmentos de Roland Petit en mayo y junio; Don Quijote en septiembre, y Romeo y Julieta en octubre. Todo eso está al alcance de la mano en el número 2 de Via Filodrammatici. Frente a la pequeña Piazza della Scala, el coliseo recibe con sus emblemáticos arcos en la entrada, y con su clásico interior decorado en dorado y rojo terciopelo.

Cuna del código del ballet es el Ballet de l’Opéra National de París. En 1661, el rey Luis XIV creó la Academia Real de la Danza, organismo del que deriva la actual compañía. La búsqueda del refinamiento y la perfección técnica guiaron a aquellos maestros en un salón del Louvre y siguen guiando a los artistas que ahora trabajan en el soñado recinto del Palais Garnier (8 Rue Scribe, cerca de Place Vendôme). Creado en 1875, cobija a unos 2 mil espectadores.

El conjunto de danza también se presenta en el moderno edificio (de 1989) de la Opéra Bastille, reconocible con sus curvas plateadas y espejadas, dentro del XII Arrondissement. En estos templos de Terpsícore, hay también una argentina: Ludmila Pagliero. Entre mayo y junio, ella y sus compañeros interpretarán a una diversidad de coreógrafos: Pina Bausch, Balanchine, Jerome Robbins y Alexei Ratmansky. En julio, montarán Notre-Dame de Paris, obra de 1965, de Roland Petit. Eso sí, más allá del coreógrafo, las localidades arrancan en 125 euros y superan los 250: unos 2.500 pesos argentinos… ¿Mucho? Para los balletómanos, no; es sólo el precio justo de una experiencia gloriosa.

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