Al fin del mundo en un suave otoño

La Ushuaia más solitaria y recóndita espera a los viajeros que necesitan bellezas extremas. 30 fotos

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Por Analia Melgar, desde Tierra del Fuego. Diario PERFIL

Pese a su posición relativamente aislada y con apenas 60 mil habitantes, Ushuaia ofrece varios modos de vida. El turista puede recorrerla según sus preferencias. Lo único que no podrá elegir es el clima, mayormente ventoso y frío, con mar revuelto, aunque de a ratos asomen confortables rayos de sol. En otoño, la nieve es esporádica y, con un buen abrigo, hay muchos paseos para hacer.

Dentro del centro urbano, en torno a San Martín, la calle principal, hay outlets de ropa deportiva y de actividades invernales. Otro atractivo urbano es el casino, inaugurado en diciembre de 2010, de excéntrico diseño que contrasta con los coloridos techos de Ushuaia. Y para comer, los restaurantes ofrecen inmensos cangrejos vivos en peceras que se exponen hacia la vereda.

Una mirada atenta en Ushuaia conduce por la historia reciente de la Argentina. La memoria de la guerra de Malvinas está grabada en muchos de sus habitantes, quienes, apenas entablado un breve diálogo, comparten sus recuerdos sobre aquel duro episodio. En uno de los paredones más visibles del puerto se lee: “Prohibido el amarre de buques piratas ingleses”. Asimismo, la Plaza Malvinas y su emblemático monumento se ubican en pleno centro.

También, moviéndose únicamente a pie, se puede llegar a dos museos en Ushuaia. El hall del Museo del Fin del Mundo se abre con un imponente mascarón de proa, del velero inglés Duchess of Albany, varado cerca de Ushuaia en 1893. El organismo depende de la Secretaría de Cultura de la provincia de Tierra del Fuego. Está dedicado mayormente a la historia de la zona y se divide en dos sedes, ambas en avenida Maipú. Son recintos reducidos y algo avejentados, pero el personal es cordial y muy eficiente.

Allí se exhiben los primeros rastros humanos en la isla, como canoas y arpones de 6 mil años de antigüedad. Los cuatro grupos étnicos de la isla (yámanas o yaganes, alakalufes o kawésqar, selknam u onas, y haush) han sido exterminados casi en su totalidad. La acción de misioneros anglicanos y salesianos dejó testimonios de estos pueblos, a través de relatos, fotos y filmaciones.

En el Museo se puede ver un video de 1921, del padre salesiano Alberto Mario De Agostini, editado en 1933. Los guías enseñan a detectar las intromisiones de la cultura occidental en esas imágenes que pretenderían reflejar la cotidianidad originaria de los selknam, pero que ya allí tienen elementos que les son ajenos: vestimenta, cueros de guanaco, corte de pelo, galletitas… La visita se completa frente a una vitrina repleta de pájaros regionales embalsamados, como los petreles, los cauquenes (similares a los patos) y los cormoranes (muy parecidos a los pingüinos).

Un peculiarísimo museo es el Museo del Presidio, que convive en el mismo espacio con el Museo Marítimo de Ushuaia. En el edificio comenzado a construir en 1902 y completado hacia 1920 llegaron a vivir 600 penados, entre ellos el Petiso Orejudo y el anarquista Simón Radowitzky. Hoy, en cada una de las pequeñísimas celdas, se distribuyen desordenadamente datos curiosos del penal, que fue cerrado por Perón en 1947, e historias de algunos de los condenados allí alojados. Impacta el ala del Museo que no ha sido intervenida, y que mantiene su frío impasible, la oscuridad, la sordidez y los ecos tenebrosos. Permanecer allí unos minutos es toda una experiencia. Como lo es también subirse al Tren del Fin del Mundo, el mismo que los presidiarios utilizaban  para cumplir con sus tareas de leñadores en los bosques de los alrededores, y que hoy está convertido en un paseo casi de lujo, con deliciosos servicios a bordo.

Lo que resta de Ushuaia es su gran protagonista: la naturaleza. Haciendo trekking y navegando en embarcaciones se accede a paisajes de ensueño –como los del Parque Nacional de Tierra del Fuego, 12 km al oeste de la ciudad–. Allí reside mucha más flora y fauna que la que podría imaginarse en el contexto de las duras condiciones climáticas. En otoño, ya no se ven las amarillas retamas, pero sí los lupinos, en sus variedades violeta, lila, rosa; la murtilla y el canelo, con su estrellada flor blanca. Y una explosión de colores se da con los cambios de follaje de dos caducifolios: el ñire (arbusto en zonas bajas, costeras) y la lenga (metros más arriba); ambos combinan verde, ocre, marrón, rojo, mientras el coihue, perenne, conserva sus breves hojas dentadas. Algunos de estos ejemplares, golpeados por el viento incesante, se doblan y se convierten así en lo que se conoce como “árbol bandera”. Para el otoño, parte de los animales marinos se retira y se interna en el agua para migrar. Allí van los pingüinos magallánicos, saliendo de la pingüinera en la isla Martillo. También se ve al cormorán imperial (con su collar de plumas blancas), el cormorán roquero, la gaviota gris, el pato vapor y hasta alguna ballena jorobada. Por supuesto, también el lobo marino sudamericano.

Acercarse a estas escenas de vida natural implica surcar el canal de Beagle. Así se puede llegar también al celebérrimo faro Les Eclaireurs, incorrectamente nombrado como del fin del mundo –el verdadero Faro del Fin del Mundo, cuyo nombre es San Juan de Salvamento, está en la Isla de los Estados–. Pero la postal de este faro Les Eclaireurs, erigido en 1920, es bellísima, aunque viva de un equívoco. Mientras los barcos transitan entre islas e islotes, se descubre la estancia Túnel, que décadas atrás funcionara como fábrica de toneles hechos con madera regional; el caserío de Puerto

Almanza, donde todavía hoy se procesa centolla; y el archipiélago Bridges, en una de cuyas costas –playa Karelo– se puede descender y caminar por sus senderos de aire puro y pictórico silencio. ¿Hay más para hacer en Ushuaia? Sí, claro: lago Escondido, lago Fagnano, localidad de Tolhuin, glaciar Martial… Pero será en otro viaje. Ushuaia merece que regresemos.

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DATOS ÚTILES

  • La mejor ruta. Vuelos a Ushuaia por LAN: antes de la temporada alta (julio y agosto) no hay viajes todos los días, sino cuatro a la semana: lunes, miércoles, sábados y domingos. Tarifa: desde $ 1.840.
  • Hospedaje. Los Cauquenes Resort & Spa: Habitaciones entre $ 3 mil y $ 9 mil, para que el huésped sea mimado con todo el confort de este small luxury hotel, que posee una cocina de autor elaborada a partir de los alimentos de la zona, como la merluza negra.
  • Paseos. Tren del Fin del Mundo: de mayo a agosto, dos salidas diarias, a las 10 y a las 15. Clase turista: $ 290; clase premium: $ 650. Algunas empresas que hacen paseos náuticos: Tolkeyen en grandes y confortables catamaranes; Tres Marías en embarcaciones más aventureras y para pocos pasajeros.
  • El dato. La entrada al Museo del Fin del Mundo cuesta $ 40 (para argentinos) y el ingreso a la Cárcel de Ushuaia y Museo Marítimo de Ushuaia, $ 100 (para argentinos).
  • Souvenir. Lo más auténtico son las conservas. Frasco de centolla en escabeche: alrededor de $ 100. Laguna negra es una marca de chocolate local. También se consiguen tejidos y dulces de otros puntos patagónicos.
 

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