SUDÁFRICA / JOHANNESBURGO

El museo donde se vive el «Nunca más» africano

Sus 32 salas son un golpe al corazón de los turistas, para hacerles protagonizar la discriminación social que padeció el país hasta 1992.

En carne propia. Al ingresar, los turistas son separados en grupos según el color de su piel, para experimentar la segregación. Foto: Cedoc Perfiñ [ Ver fotogalería ]

Ficha

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Cuánto tiempo ir: días

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Por Cynthia De Simone. Diario PERFIL

Dos puertas, dos caminos, dos realidades muy diferentes. Al llegar al Museo del Apartheid, en Johannesburgo, Sudáfrica, el visitante se encontrará con dos carteles de ingreso escritos en inglés y en afrikáner; para “blancos” y para “no blancos”. De ahí en más, los turistas sólo podrán entrar a través de la puerta asignada y vivirán en carne propia la incomodidad de la discriminación que reinó en ese país entre los años 1948 y 1992.

En el recorrido inicial, se atraviesan verjas metálicas donde se exhiben grandes carnets de identidad y letreros que anuncian controles médicos y policiales para identificar el tipo y color de piel. Un simulacro muy efectista para representar lo que sucedía en Sudáfrica hasta hace veinte años. El apartheid, que en la lengua germánica afrikaans derivada del holandés significa “separación”, fue un sistema político de segregación racial practicado por los colonos blancos de origen holandés (los afrikáners) contra la población negra.

Con el propósito de conservar el poder para la minoría blanca, que apenas conformaba el 21% de la población, este régimen consistía en la creación de lugares separados, tanto habitacionales como de salud, estudio o recreación para los diferentes grupos raciales: blancos y no blancos, es decir asiáticos y negros. Además, en esos años se prohibían los matrimonios mixtos.

El museo, que cuenta con una exposición temporal y otra permanente, permite adentrarse en el período más oscuro y siniestro de la historia sudafricana mediante un relato audiovisual que incluye fotografías, audios y videos, pero mayormente numerosos paneles informativos con explicaciones dinámicas, a lo largo de 32 salas en donde se narra el pasado reciente de un régimen macabro avalado por el Estado y la intensa lucha civil por derrocarlo.

En uno de los salones, es posible observar en el techo un gran número de sogas colgadas como horcas. Se trata de una simbología para representar a los 131 políticos opositores al gobierno que fueron ejecutados bajo diversas leyes antiterroristas del apartheid. Allí, los ojos del público quedarán hipnotizados una y otra vez, con una imagen tan angustiante como desoladora.

Algunos videos documentales muestran las escenas de la sangrienta represión a los manifestantes negros mientras reclamaban sus derechos por las calles de los township (barrios para los “no blancos”) y las fuerzas de seguridad, a los tiros y con gases lacrimógenos por los suburbios. Pero también hay lugar para la emoción y la esperanza, con las imágenes que descubren a Nelson Mandela libre, tras permanecer 27 años en la cárcel como líder opositor, y su llegada a la presidencia con el regreso de la democracia.

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