Egipto nuevo y bohemio

Alejandría fue faro del mundo antiguo, cuna del historiador Eric Hobsbawm y sepulcro de  Alejandro Magno. Tiene megabiblioteca y costa mediterránea.

El encanto de Alejandría, segundo centro urbano más importante de Egipto después de El Cairo, radica en su espíritu mediterráneo, sazonado por su rica historia, que arranca en 331 a. C., año en que Alejandro Magno la fundó. Foto: Cedoc Perfil [ Ver fotogalería ]

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Por Analía Melgar. Diario PERFIL.

El encanto de Alejandría, segundo centro urbano más importante de Egipto después de El Cairo, radica en su espíritu mediterráneo, sazonado por su rica historia, que arranca en 331 a. C., año en que Alejandro Magno la fundó. Sin embargo, quedan pocos rastros de las civilizaciones egipcia, griega, romana y judía, que pasaron por esta metrópoli del mundo antiguo. Algunas ruinas y tumbas salpican el paseo principal de Alejandría, que es La Corniche, una costanera de 25 km, que va desde el Fuerte Qaitbay hasta la estación de trenes.

En su viaje por Alejandría, el fotógrafo Pablo Cuarterolo pudo sintetizar que “caminar por esa costanera puede parecerse a ir por La Habana, por la sensación de un lugar detenido en el tiempo; el único edificio moderno es la Biblioteca. También puede parecerse a ir por Mar del Plata: las playas son muy frecuentadas por los egipcios, ricos y humildes, que pasan allí sus vacaciones”.

¿La celebérrima Biblioteca es moderna? Sí. De aquel edificio del siglo III a. C., que en épocas de Cleopatra llegó a tener casi un millón de ejemplares y fue sede de los mayores sabios de la Antigüedad, restan apenas testimonios de historiadores como Tito Livio. Hoy es una inmensa arquitectura cilíndrica con cubierta circular, distribuida en once niveles, todo lo cual fue financiado por la Unesco e inaugurado en 1996. Desde entonces, más de un millón y medio de visitantes pasan por allí, por curiosidad y para hacer uso de sus enormes fondos en papel y digitales.

Por su parte, el Fuerte Qaitbay es el único referente del famoso faro de Pharos, erigido en el siglo III a. C. y que fue considerado una de las Siete Maravillas del Mundo. Destruido por terremotos del siglo XIV, sus restos de piedra fueron usados en el siglo siguiente para la construcción del fuerte, con el que el sultán Qaitbay dejó su nombre para la posteridad. Y en el otro extremo de La Corniche, el palacio de Khedive Abbas es otro punto para visitar, rodeado por los Jardines de Montazah, donde pasar una jornada al aire libre en sus 150 hectáreas verdes.

El resto de Alejandría es acaso lo más notable, lo más protagónico: sus playas; sus hábitos religiosos –observables en la mezquita Al-Mursi Abu al-Abbas, del siglo XVIII– y seculares; y su gente, con gran presencia de jóvenes ligados a la vida universitaria. En la playa, adonde toda la población se vuelca los fines de semana, a menudo contrastan visitantes y locales, pues estos últimos suelen ir muy vestidos; en las playas de la comunidad musulmana las mujeres incluso van cubiertas con velo.

Otras actividades son casi exclusivas de los hombres, no sólo el fútbol, que se ve jugar por niños casi en cada esquina, sino también el juntarse a jugar al ajedrez o al backgammon, o reunirse en los bares a fumar narguile. El espíritu absolutamente bohemio y portuario de Alejandría se respira en cada calle, en la mirada de sus habitantes, en sus caminatas frente al mar, en sus barrios más humildes y en sus zonas más lujosas, siempre con la imborrable presencia del sol en el horizonte, resaltando los colores de los barquitos adormecidos.

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