África Oriental à la carte
Etiopía y Kenia, para viajeros atrevidos
Es una excursión adecuada para aquellas personas a quienes les gustan unas vacaciones variadas y que prefieren planear sus viajes individualmente.
El Parque Nacional de Chyulo Hills es accesible en coche desde la costa de Kenia. Foto: dpa [ Ver fotogalería ]
Por Thomas Burmeister (dpa)
El ojo mágico de Etiopía puede ser peligroso. Cuando las tormentas braman sobre el lago Tana, se levantan olas amenazantes. A quien se ve sorprendido por las olas en un tanka, uno de esos barcos angostos hechos de caña de papiro, solo le queda esperar y rezar. Orar por que no se desborde la furia de los espíritus en el lago más alto de África, porque ellos matan con lanzas invisibles.
Es lo que cuentan los miembros de la etnia Woito, que llevan a pastar a sus ovejas y vacunos en la orilla occidental del lago. Desde tiempos inmemoriales, el lago Tana, situado a unos 1.800 metros sobre el nivel del mar y del que nace el Nilo Azul, está envuelto en mitos y leyendas, algunos de los cuales se remontan a los tiempos del Antiguo Testamento.
Después de un viaje de poco más de dos horas en una lancha a motor -nos falta el coraje y el tiempo para hacer el viaje en tanka-, aparece la isla monástica de Tana Kirkos, una de las aproximadamente 25 islas situadas en el lago. Un «santuario único»: así lo describe Abba Wolde Gabriel, un monje barbudo de 42 años que viste una capa y una gorra redonda color mostaza. Ya había visto nuestro barco desde lejos, como nos diría más tarde este hombre que lleva el nombre de un arcángel. «Tenía que estar seguro de que no había mujeres a bordo, porque los seres femeninos no pueden entrar en el santuario«.
Sin embargo, en alguna ocasión hubo una excepción. «Aquí estuvo la Virgen María para rezar. Se quedó en este lugar tres meses y diez días», reza un texto escrito en amárico y en inglés en una placa de hojalata. Entonces, ¿María y el pequeño Jesús dieron un enorme rodeo pasando por Etiopía cuando estaban huyendo a Egipto para escapar de Herodes? «Sí, para esconderse», dice Abba Wolde Gabriel. «Y porque esta región se parecía mucho a Israel. Ella llegó aquí viajando en las alas de ángeles».
Podríamos haber escuchado muchas más historias de este tipo, pero tenemos que partir para no perder nuestro propio medio de transporte con alas, que espera en el aeropuerto de Bahir Dar para llevarnos al siguiente destino de nuestro viaje, que hemos bautizado con el lema «Biblia, playa y sabana»: un viaje de estudio por el norte de Etiopía, después unas vacaciones en una playa del océano Índico y finalmente un safari para observar animales salvajes en el interior de Kenia. Es una excursión adecuada para aquellas personas a quienes les gustan unas vacaciones variadas y que prefieren planear sus viajes individualmente. África Oriental à la carte, por decirlo así.
Después del tramo bíblico con visitas a varias islas monásticas llega el momento para descansar. Las playas de Kenia se encuentran a dos horas en avión de Adís Abeba, la capital de Etiopía, más una hora en coche desde Mombasa en dirección al sur si a uno le gusta una experiencia más tranquila y original.
En la playa del pueblo pesquero de Msambweni, lejos del turismo de masas, hay cinco «Mbuyu beach bungalows» cubiertos de paja y agrupados alrededor de un enorme baobab («mbuyu» en swahili). Vemos que no lejos de ahí algunos pescadores atracan sus barcos. La gente come lo que ha sido capturado el mismo día. Es un lugar para relajar la mente.
Los turistas que prefieran una actividad más turbulenta, desde la pesca con caña en alta mar hasta fiestas calientes en la discoteca Shakatak pasando por volar en parapente, se dan cita en la animada playa Diani Beach. Aquí, los hoteles de playa se suceden uno tras otro, como perlas en una cadena Masai. Después de algunos años difíciles, la región está viviendo nuevamente un notable auge turístico.
Ahora solo faltan las sabanas. Para llegar allí no tenemos que volar nuevamente. En coche se puede llegar desde la costa de Kenia a varios parques nacionales mundialmente conocidos. Algunos de esos parques son el Amboseli, situado a los pies del Kilimanjaro, los Chyulu Hills y el Tsavo con sus elefantes teñidos de rojo por el color de la tierra.
Al menos dos pernoctaciones deberían planearse para tales excursiones siguiendo la pista de los animales de África Oriental. Sin embargo, cerca de la costa también se ofrecen safaris de un día, que son más baratos. A una distancia de tan sólo 20 kilómetros de Diani Beach, en las montañas Shimba, se encuentra el parque nacional del mismo nombre y al lado el santuario para elefantes Mwaluganje.
En el pasado, Ernest Hemingway cazaba en esta región antílopes, como lo describe detalladamente en su libro «Las verdes colinas de África». Aquí, en un terreno comparativamente más pequeño, el paisaje es más variado que en muchos parques grandes: desde selvas costeras calientes y húmedas hasta sabanas con grandiosas vistas panorámicas de valles llenas de baobabs.
«Toda esta región es una zona de paso para elefantes que siguen rutas viejísimas«, dice Nathan Gatundu, un guardabosques del Kenya Wildlife Service (KWS). «Sin embargo, fue justamente eso lo que se fue convirtiendo cada vez más en un problema«. En Mwaluganje, una vasta región situada cerca del parque nacional Shimba Hills, los paquidermos dieron quebraderos de cabeza a las familias campesinas. Los elefantes destrozaban cosechas completas y atacaban a la gente, dejando heridos e incluso algunos muertos. Los campesinos se defendían con veneno y disparos. Eso ya pasó. Hoy, Mwalunganje es una zona de protección: los campesinos se la entregaron a los elefantes a cambio de una participación en los ingresos que generan los safaris.
Sin embargo, esos ingresos son bastante volátiles. «Por eso, no pocos campesinos están pensando en dedicarse otra vez a la agricultura y ganadería«, dice Gatundu. «En tal caso, se desatarían aquí otra vez conflictos entre la gente y los animales, por lo que necesitamos más turistas que paguen los safaris«. Por tanto, quien realmente quiera proteger a los elefantes tiene la oportunidad de hacer algo en ese sentido con una visita a la sabana.