36 horas en ShanghAi
Una ciudad con alma de futuro
La grandeza urbana esta megápolis china comenzó apenas en 1993. Atractivos de un gigante sin reposo. Fotos
La grandeza urbana de Shanghai comenzó apenas en 1993. Atractivos de un gigante sin reposo. Foto: Cedoc Perfil [ Ver fotogalería ]
Por Justin Bergman (The New York Times/Travel)
Lo que la mayoría de las ciudades tarda eternidades en construir, Shanghai lo hace de la noche a la mañana. Apenas hace una década, la ciudad tenía cuatro líneas de metro; ahora hay una docena. La Torre Jin Mao era el edificio más alto de Pudong, el centro financiero con luces de neón; desde entonces, ha sido superada por el Centro Financiero Mundial Shanghai y por la Torre Shanghai, que será el cuarto edificio más alto del mundo cuando concluya, este año, su construcción. No obstante, lo fascinante de esta ciudad es cómo los residentes regatean pescado fresco en diminutos mercados o dormitan en camastros las tardes de verano, ignorando los estridentes martillos neumáticos. Shanghai se está reinventando para convertirse en una “ciudad del futuro”, pero lo que resulta tan seductor es lo mucho que queda de lo típico del viejo mundo.
Día 1. Empiece con una perspectiva general. En el tercer piso del Centro de Exhibición de Planeamiento Urbano de Shanghai (admisión 30 yuanes, o aproximadamente US$ 5 a un tipo de cambio de 6,12 yuanes por dólar) yace una maqueta de la ciudad como se verá en 2020, con miles de edificios en miniatura, autopistas elevadas iluminadas y farolas del tamaño de palillos de dientes. El recorrido kitsch de Shanghai continúa en el adyacente cine de proyección de 360 grados, donde se lleva a los visitantes a un viaje aéreo virtual sobre la ciudad.
Aunque sectores del viejo Shanghai han caído, muchos edificios históricos se salvaron y fueron remodelados en los últimos años, particularmente alrededor del Bund. Un proyecto notable es el Museo de Arte Rockbund (15 yuanes), ubicado en un edificio art déco de 1930. El museo exhibe obras de reconocidos artistas contemporáneos y no teme correr riesgos: una muestra presentó monos vivos enjaulados con un Confucio robótico hasta que el gobierno ordenó sacar a los primates. A la vuelta de la esquina está Yuanmingyuan Road, una cuadra llena de edificios siglo XXI, adonde las novias con vestidos rojos se pavonean para los fotógrafos de bodas. El histórico Bund de Shanghai no se ha visto así de bien desde que Noël Coward y Charlie Chaplin eran invitados a las fiestas en los glamorosos años de la preguerra.
Para la Expo Mundial 2010, se hicieron reformas que dejaron un malecón ribereño ensanchado. Varias propiedades icónicas recientemente también han regresado a su ex esplendor. Despilfarre en una copa de cabernet sauvignon Yao Ming de 500 yuanes en el bar Casa de Roosevelt, un edificio neoclásico restaurado por una empresa del bisnieto de Theodore Roosevelt. Jason Atherton está formando un impresionante imperio culinario en Asia. El chef, con estrellas Michelin, ha abierto seis restaurantes en Shanghai, Hong Kong y Singapur desde 2010, incluyendo el nuevo Commune Social, un divertido restaurante de tapas.
Día 2. Nunca se podría criticar a Shanghai por falta de ambición. No contenta con ser un centro financiero, también incursiona en el arte. Con su onda industrial y énfasis en el arte moderno, la Estación Eléctrica de Arte se parece al Tate Modern y ha auspiciado varias exhibiciones importantes, incluyendo la Bienal de Shanghai y la mayor colección de Andy Warhol en Asia. Luego, desde el quinto piso, absorba la vista del río Huangpu. En Jian Guo 328, sirven todos los platos favoritos de Shanghai: cong you ban mian (fideos en aceite de cebollita), xie fen dou fu (tofu como en natilla con pedacitos de cangrejo y huevos de cangrejo) y shi zi tou mian (una albóndiga gigante de cerdo en sopa de fideos). La comida no sólo es deliciosamente auténtica, sino más liviana que en otros lugares.
Con sus encantadoras casas de campo y vibra bohemia, la ex Concesión Francesa se ha convertido en un imán para diseñadores de moda, como Christopher Bu, Nicole Teng y Mayumi Sato, una japonesa que hace ropa para mujeres con estampados brillantes, sedas y telas de kimono. Luego tendrá un respiro en el Parque Fuxing, del otro lado de la ex Concesión Francesa, adonde ancianos con sacos Mao fuman sin parar y juegan cartas, mientras varios músicos se reúnen para cantar clásicos de ópera de Beijing. No faltan las parejas bien vestidas que presumen de sus mejores pasos de baile de salón al ritmo de sentimentaloides canciones chinas de amor.
Charlie Hau, un productor de películas de Hong Kong, abrió en Shanghai un cha chaan teng (restaurante de té) tradicional luego de que se le dificultara encontrar auténtica comida cantonesa mientras filmaba la película Lust, Caution, de Ang Lee. Allí sirven básicos de Hong Kong como pollo cocido en salsa de soja (60 yuanes) y bollos de ananá. Cha’s se ha convertido en un éxito entre la diáspora de Hong Kong, y se ha puesto de moda entre los jóvenes de Shanghai con el pelo teñido y zapatos de media bota, así que vaya preparado para esperar.
Día 3. El desayuno en China se disfruta mejor en la calle, aún hirviendo del wok o de la vaporera. La única dificultad es descifrar un menú en chino. UnTourShanghai (untourshanghai.com), una compañía de recorridos culinarios callejeros, simplifica el proceso ordenando por usted. El paseo Dumplings Delights (400 yuanes) cubre la amplitud de China, desde el jiao zi relleno de calabaza que se come en el noreste de China hasta los delicados hojaldres con almendra de camarones del sur del país y, por supuesto, el famoso xiao long bao (sopa de dumplings) de Shanghai, todo en un área de dos cuadras. Afortunadamente, hay suficiente caminata entre cada parada como para justificar tal glotonería, aunque en un Shanghai donde todo vale, necesitará pocas excusas.