Italia

Los «mercatini», la otra cara de la sofisticada Milán

Los mercaditos de la ciudad italiana son un paraíso para los que adoran pichulear, sobre todo en ropa y comida. L’altra faccia de una ciudad con fama aristocrática.

Los mercaditos de la ciudad italiana son un paraíso para los que adoran pichulear, sobre todo en ropa y comida. Cada semana, algún espacio abierto de Milán ofrece estos mercados con galerías de puestos protegidos por toldos. Foto: Cedoc Perfil [ Ver fotogalería ]

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Por Analía Melgar (Diario PERFIL)

Visitar Milán y sucumbir a las grandes marcas de la moda internacional –y con ellas naufragar por culpa de sus precios– no es un cliché turístico inevitable. Es posible visitar la imponente catedral neogótica rematada por la escultura de la Madonnina dorada y, además, comprar barato. El secreto está en los mercatini. Para seguirles la pista, hay que preguntarles a los lugareños y/o navegar por sitios de internet específicos de la vida cotidiana milanesa.

Los mercaditos se distribuyen en espacios abiertos de toda la ciudad, con diferentes periodicidades: una vez por semana, una vez por mes, o estacionalmente, como los Mercatini di Natale, en épocas cercanas a Navidad. Plazas y calles se cierran por un día, generalmente entre las 8 de la mañana y no más allá de las 13 o 14. Allí se arman las bancarelle, una infinidad de puestos atendidos tanto por italianos como por extranjeros de numerosos países.

En este universo multicultural, conviven frutas rozagantes –como nísperos, higos, naranjas rojas Tarocco traídas de Sicilia–, verduras –como unas berenjenas gigantescas de piel turgente, flores de calabaza listas para saltear–, carnes, pescado, salames y quesos fragantes… y también ropa, calzado, divertida ropa interior importada de China, productos de bazar… Hay mercatini especializados en gastronomía regional, en alimentación orgánica, en antigüedades…

No hay día en que Milán no ofrezca algún mercadito abierto, los cuales incluso resisten a las lluvias, porque están provistos de unos tolditos más o menos protectores. En el espíritu del mercado de pulgas, se trata de ir a la caza de curiosidades y de disfrutar del placer, que sólo los habitués conocen, de pichulear y encontrar objetos (casi) únicos por precios irrisorios. Después de navegar ente pantalones y vestidos de fiesta a 10 euros, se puede pasar a carteras con diseños estridentes por 6 euros, y llegar al éxtasis de una mesa con blusas y faldas ¡de un euro! En este cambalache conviven prendas italianas, francesas, norteamericanas, indias…

La oferta es mayor para mujeres, pero también hay buenas oportunidades para hombres y niños. Algunos mercaditos tienen larga tradición. Por ejemplo, la Fiera di Sinigaglia (Feria de Sinigaglia), en la zona de Navigli –restos de los antiguos canales de la ciudad– en Via Valenza y Alzaia Naviglio Grande (Metro Porta Genova), parece haber comenzado a funcionar a comienzos del siglo XIX, y en la actualidad está todos los sábados en horario extendido, de 8 a 18. También, muy establecido, los sábados y los martes está el Mercato di Viale Papiniano (Metro Sant’Agostino); por su parte, el Mercato di Via Fauche (a unos 300 metros de Piazza Firenze) abre los mismos días y tiene similar estilo de un poco de todo, aunque por calidad y precios, un poco más refinado.

 

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